miércoles, 20 de octubre de 2010

Mujeres campesinas


Soledad JARQUÍN EDGAR

El 16 de octubre pasado se conmemoró el Día Mundial de la Mujer Rural y ellas, explican las estadísticas, conforman la mayoría de las personas pobres del mundo.

Es decir, según datos de Naciones Unidas en el globo terráqueo hay más de 550 millones de pobres que viven en las zonas rurales, de los cuales 70 por ciento son mujeres, en América Latina y el Caribe se estima que las mujeres representan la mitad de 86 millones de personas que viven en zonas rurales.

Sin embargo, es preciso decir que el campo mexicano se encuentra cada día más solo, hay un evidente abandono a la producción de alimentos, cada día somos más dependientes del exterior y los programas gubernamentales se han convertido en dádivas para las y los campesinos, ejemplo de ello es el programa PROCAMPO.

Ese abandono del campo mexicano por parte de los gobiernos favorece que las mujeres y los hombres sigan migrando hacia zonas urbanas o hacia Estados Unidos, principalmente, en busca de lo que llaman el cada vez más difícil sueño americano.

Pero habría que decir que las familias que viven las zonas rurales no emigran juntas, los primeros en buscar mejores horizontes son los hombres, así las campesinas se quedan al frente no sólo de sus familias, a las que tienen que alimentar; también están solas frente a la parcela, una tierra que debido a un sistema ejidal o comunal no les pertenece, muy pocas de ellas son las propietarias, , la mayoría de las campesinas accede a la parcela a través de sus maridos y padres.

Gisela Espinosa, Investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, planteaba que la población rural mexicana –de hace 10 años- estaba apenas compuesta por 27 millones de personas, poco menos de la mitad eran mujeres. Hoy, quizá y debido al éxodo de campesinos varones, la cifra de mujeres que están solas en la producción de alimentos –casi siempre de autoconsumo- es superior a la mitad.

Enfrentadas a un sistema de políticas públicas que no atiende a la población rural, las mexicanas cultivan una importante cantidad de productos y alimentan a sus hijas e hijos. En parcelas que dependen en gran medida de las lluvias de temporal y que ahora con el cambio climático tienen frente a sí un reto que debería preocupar a todo el país.

Sin duda, estamos frente a un panorama dramático. Las mujeres rurales tienen muchas menos posibilidades de educación formal, mueren tres veces más que las mujeres urbanas como resultado de padecimientos prevenibles o como consecuencia de la maternidad y tienen que emplear muchas más horas que el resto de las mujeres para desarrollar el trabajo doméstico debido a la falta de servicios tan elementales como acarrear agua potable o recolectar leña.

Por ejemplo se estima que en 59 de cada cien hogares rurales las mujeres aún cocinan con fogón, lo que implica un tiempo infinitamente mayor; aunque se ha avanzado, aún existen comunidades rurales sin energía eléctrica, por tanto las mujeres no pueden usar licuadoras (muelen con piedras, en molcajete y en metate), ni planchas (todavía se utilizan las pesadas planchas de carbón que en las ciudad se venden como antigüedades), ni refrigeradores (se hace necesario preparar los alimentos cada día pues no pueden conservarse frescos), en fin, no hay alivios modernos para el trabajo doméstico; la falta de agua potable y drenaje afectan la salud de las personas .

Como señala la investigadora Gisela Espinosa, es cierto que toda la familia padece estas carencias, pero son principalmente las mujeres quienes con su trabajo las resuelven y suplen a costa de un enorme desgaste físico y emocional.

A pesar de esas circunstancias, tenemos que recordar que desde hace varios años se determinó que el 80 por ciento de los alimentos que se consumen en el mundo son producidos por mujeres, algo que se invisibiliza, que no se conoce, que se ignora porque existe la creencia que las tareas del agro son tareas masculinas.

Hay problemas fundamentales en el agro de México y del mundo, la producción de alimentos como un hecho de soberanía nacional y no dependencia de otros países, así como la producción y consumo de alimentos no transgénicos –ambos escenario marcados por los fenómenos migratorios y el cambio climático- y, como consecuencia de ello, erradicar la pobreza y con ello el hambre que en 2009, se alcanzó el umbral crítico de mil millones de personas hambrientas en el mundo, en parte debido a la subida de los precios de los alimentos y a la crisis financiera.

Frente a esa condición, sin duda en este día Mundial de la Mujer Rural no hay mejor homenaje para ellas, para las campesinas de México que reconocer la valía de su trabajo, pero lo más importante sería que los gobiernos vieran en ellas a ciudadanas de primera y no a las últimas en esta cadena que se produce frente al incumplimiento de los gobiernos a proporcionar bienestar en cuanto a la prestación de servicios y calidad de vida a quienes gobiernan.