lunes, 12 de julio de 2010

¿Daño colateral?

Soledad JARQUIN EDGAR

Hubo dos señales. Mi cabeza estaba en otro punto de preocupación y ellas aparecieron una, dos y tres veces. La primera llegó cuando leyendo un libro se menciona el caso de violencia sexual que la madrugada del 11 de julio de 2006 sufrieron trabajadoras de los bares Las Playas y El Pérsico.

La noche anterior, el horror recorrió mi cuerpo y la indignación mental vino de lleno, cuando casi por accidente me enteré de un hecho no denunciado públicamente, la violación tumultuaria a una adolescente por un piquete de soldados en Oaxaca. Soldados que recorren –por órdenes de su jefe supremo, Felipe Calderón, esta ciudad y el país entero para “proteger a la población” del crimen organizado- bueno eso dice don Felipe, parte de la sociedad vive en carne propia, en la de sus hijas, hermanas, compañeras la realidad brutal que se impone por la fuerza sobre el cuerpo de las mujeres. Ellas, las mujeres de Castaños vinieron otra vez, tocaron la puerta de mis pensamientos.

Así aparecieron ellas la madrugada del domingo y durante la mañana de este 11 de julio. Era el recordatorio de la pesadilla que vivieron, hace cuatro años, las trabajadoras de la zona de tolerancia del municipio de Castaños, Coahuila. A ellas, mujeres solas y con hijos, mujeres pobres y apenas con la enseñanza básica en sus vidas, la justicia, es decir los señores dueños de la justicia no las vio, no se acercó a ellas y concluyó que sólo cuatro soldados de 12 que las violaron, deberían pagar penas carcelarias.

Poco más de un año después, los señores de la justicia –en la apelación- volvieron a ser benevolentes con los militares, que utilizando vehículos, uniformes y armas de uso exclusivo para el ejército violaron sexualmente los cuerpos de 14 mujeres, sólo 13 pudieron demandar, una de ellas, espera todavía que el soldado que la violó sea detenido, porque aún hay tres soldados que nunca han sido detenidos. Los señores magistrados, insensibles, sin duda, redujeron las penas a los tres soldados que aún permanecen en prisión, los otros cinco volaron tan pronto les abrieron la puerta de aquella jaula en Monclova.

La violación sexual cometida por soldados del ejército contra mujeres en Coahuila y en otras entidades, incluyendo Oaxaca, es tan brutal como la injusticia cometida por segunda vez por el Estado mexicano, con aquellas que han sufrido estos arteros y por demás cobardes ataques, pero esta vez fueron cometidas por hombres de corbata y saco que despachan en el aparato de “justicia” de aquella entidad del norte mexicano y de otras entidades, reitero, y que hacen mutis ante los hechos, que no escuchan, que se duermen sobre papeles viejos, frente a una herida que sigue sangrando en la memoria de esas mujeres y de todas las mexicanas.

Recordar estos hechos y saber de otro más en Oaxaca, nos lleva a pensar en el incierto futuro de las mujeres, que no tengo la menor idea pero me pregunto si el Estado pretende considerar que lo ocurre es también resultado del “daño colateral” que implica poner a las fuerzas castrenses en las calles y carreteras del país.

¿Quién puede hacer algo frente a la violencia sexual cometida contra niñas y mujeres de todas las edades por soldados, sacerdotes, maestros o los llamados grupos paramilitares, que siguen siendo protegidos por el Estado, las jerarquías eclesiásticas o por los intereses mal sanos de un sindicato?

¿Quién puede hacer algo frente a la fuerza de los grupos de poder que bajo cualquier pretexto cometen estos aberrantes e incalificables actos, que no son sino la demostración de fuerza y sometimiento a las mujeres?

El silencio es el peor enemigo y no me refiero al silencio de las víctimas y de sus familias que están aterradas por la amenaza de los altos mandos militares, la jerarquía católica, el sindicato de maestros o que se quedan en el limbo cuando se cometen contra mujeres indígenas triquis o zapotecas de Loxicha, me refiero al mutismo en que la autoridad permanece y que no pueden ver lo que las mujeres demandan, que se aferran a mirarlas sólo como reproductoras y no como parte de la sociedad.

Hoy, en algunos estados, entre ellos Oaxaca, la gente está ocupada en la renovación de los poderes, con ello, muchas personas piensan que algo puede cambiar, las mujeres esperan que cambie todo.

Castaños: justicia pendiente

Por Sara Lovera
Este 11 de julio se cumplieron 4 años desde que un grupo de 14 mujeres, trabajadoras del sexo y bailarinas fueron atacadas y abusadas por un puñado de soldados que abandonaron el cuidado de urnas electorales, para irse, a lo que se identifica como francachela entre hombres.

Usando todo el poder de sus armas y sus uniformes, irrumpieron en las instalaciones de los bares El Pérsico y Las Playas, ubicados en el municipio de Castaños, Coahuila, contiguo a la ciudad de Monclova. Sacaron a los parroquianos y sin nada ni nadie que los detuvieran violaron a las mujeres que ahí se encontraban, las amenazaron y se rieron de ellas.

La indignación de unos y la sorpresa de otros, llevó a las autoridades municipales de Castaños, encabezados por la regidora Guadalupe Oceguera; a la sociedad de Monclova, de donde grupos distintos se organizaron para manifestarse, apoyar a las mujeres y demandar justicia, así como la intervención del obispo de Saltillo, Raúl Vera, y otras posibles acciones, pero sobre todo la indignación de las trabajadoras abusadas sexualmente fue lo que llevó a la denuncia y, aunque de manera parcial, a detención de los soldados que las habían violentado.

Así la historia pretendió cambiar, por primera vez en México soldados del ejército serían juzgados por el fuero común, nunca antes elementos habían sido detenidos para iniciar un proceso judicial fuera del ámbito castrense.

Las noticias locales del día siguiente dieron cuenta del hecho. Sin sensibilidad, sin tomar nota del horrendo crimen, del delito que constituía y aprovechando la desorientación de la población, calificaron el abuso como una anécdota más de las que ya antes se habían cometido en aquel estado.

Las jóvenes estaban aterradas. No sabían bien a bien, como sucede en todos los casos de violación y abuso sexual, que habían experimentado un acto de dominación inenarrable y artero. Que violar a una mujer, hasta hace muy poco era un asunto sin importancia, lo sigue siendo para muchos y muchas, pero principalmente para las autoridades. Tenían miedo y seguramente en su pensamiento se confundían el miedo y la culpa.

Lo de Castaños es esa forma de “invadir el cuerpo femenino, abusar de la virginidad de una sociedad… la violación sexual a una mujer, no es un asunto privado, como los varones más misóginos y conservadores creen, algunos con caretas de progresistas, que nos han hecho creer desde su poder patriarcal. La violación es un delito contra la humanidad y un asunto de Estado.

Así, en ese entramado difícil de miedo, culpa, pobreza y señalamientos equivocados, ocho soldados fueron detenidos y llevados a la prisión de Monclova para iniciar su proceso judicial por el delito de violación, uso de armas y uniformes exclusivos del Ejército Mexicano, robo y lesiones. Ocho de 12 que fueron reconocidos por las trabajadoras sexuales y bailarinas de Castaños. Sus jefes recibieron protección, fueron detenidos y procesados, en un juicio con muchas dificultades. Las víctimas acosadas. La sociedad inerte.

Fue el obispo de Saltillo, Monseñor Raúl Vera; un pequeño grupo de personas conscientes y una periodista, Soledad Jarquín, de Oaxaca y ahora Premio Nacional de Periodismo, quienes sacaron a la luz los hechos, le dieron seguimiento y aportaron toda su dedicación para que se hiciera justicia.

Dos jóvenes abogadas, Sandra de Luna González y Martha Castillón García, cuya actuación fue de menos a más, también pusieron en juego toda su energía para llevar adelante un juicio contra el máximo poder: el de los militares.

La violación no es un asunto privado, menos cuando la comente un militar, ahí no hay confusión: el Estado es el responsable. Controlar y abusar del cuerpo de una mujer, es en tiempos de paz y en tiempos de guerra, un mecanismo para controlar y con ello pisotear a la sociedad entera. Es un castigo tolerado a la mitad de la población, es el fondo más tremendo de la dominación masculina.

A pesar de los hechos, de la indignación y la denuncia, la realidad habla de impunidad o de justicia a medias. Sólo ocho, de 12 que participaron en lo que se llama violación tumultuaria fueron juzgados, de esos el juez Hiradier Huerta, condenó a cuatro en septiembre de 2008 y en febrero último, en una apelación ante el Tribunal Superior de Justicia, se les redujo la pena que por violación puede ser hasta de 50 años. La reducción de la pena indignó. Es una asignatura pendiente.

Lo más grave es que en tiempos de preocupación internacional por la violencia que se ejerce a las mujeres, sólo por ser mujeres. Esa que se identifica con un término ya aceptado: violencia feminicida, es la indiferencia que se pasea por la sociedad, por las instituciones creadas para hacer justicia.

Es evidente que la falta de un estado democrático; de un sistema de justicia que considere las diferencias entre hombres y mujeres y un sistema educativo que no permite a las personas pensar y desarrollarse, son la base de la impunidad que se yergue en este país, sobre todo cuando se trata de atropellar los derechos de las mujeres. No importa que tanto se diga que México firma los acuerdos internacionales y se pongan en práctica políticas públicas “para el avance de la mujer”, porque lo cierto es que no hay nadie que pida rendición de cuentas y congruencia, ejercicio de responsabilidades del Estado. No hasta ahora.

La parafernalia, los discursos, las mentiras oficiales sobre el problema de la violencia contra las mujeres, se agrega al silencio casi sepulcral que desde un principio rodeó a los hechos. Las mujeres afectadas incluso, en algunos casos, tuvieron que huir de Castaños. La solidaridad se hizo ojo de hormiga conforme pasó el tiempo, el seguimiento fue nulo.
Y la intervención de distintas instancias, incapaz. El horror de aquella noche del asalto, relatado por una periodista como Soledad Jarquín, que no se inmoló, que simplemente cumplió su cometido, es un horror que permanece en las inmediaciones de todos los espacios territoriales del país donde hay abuso militar/sexual que no se reconoce, que no se atiende y que no produce ni responsabilidad ni estremecimiento.

En 1994 tres indias tzeltales fueron asaltadas en un retén militar de Altamirano, Chipas, el caso espera una recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH); dos asaltos en Guerrero, en Barranca de Bejuco, de otras dos mujeres, no sólo ya llegó a los tribunales internacionales, con una recomendación, mientras las familias de las afectadas siguen acosadas por el ejército.

Numerosas denuncias de las tierras de Oaxaca, en la zona donde la autoridad persigue a poblaciones enteras, como en la zona Loxicha o esa confusa situación de intervención disfrazada en la zona Triqui, se miran con indiferencia. Hay indiferencia por abusos policíacos reiterados en la guerra absurda que estamos viviendo en todo el territorio; se hace caso omiso del significado de una violencia que crece y se reproduce, donde los cuerpos de las mujeres parecen moneda de cambio.

Recordar Castaños, recordar a las víctimas, a las abogadas, a la iglesia de Saltillo y el trabajo profesional de un periodismo que sólo cumple con su obligación en tiempos de tanta alharaca y olvido, duele.

Algunas mujeres de Castaños han vuelto a su vida cotidiana. No recibieron el favor de las instituciones de derechos humanos; no recibieron la atención de los grupos organizados de mujeres; han sido echadas al olvido, mientras sus heridas están ahí. Pero son muchas más las olvidadas, pensadas como pedazos de humanidad a las que se puede mancillar y destrozar, sin que haya justicia.

Hoy en esa zona, devastada por Alex, ardiente y semidesértica, donde también viven injusticia los desocupados de la industria siderurgia, los mineros carboneros que arriesgan todos los días su vida, las viudas de los innumerables carboneros que pueblan el norte de Coahuila, son apenas unos cuantos cadáveres de la democracia imperfecta en que vivimos. Indigna, dice la carta de una amiga que las conoció y las padeció, desde Argentina, indignada y lacera.

Hasta ahora los soldados violadores gozan de buena salud. Los expedientes han sido cerrados. La libertad anticipada se ve como un acto de justicia y hay hasta quienes sinceramente están en contra de la existencia de las cárceles, del oprobio y la represión, sin duda, tanto como el movimiento feminista se opuso sistemáticamente a aumentar las penas a los violadores. No obstante la lista de violadas y asesinadas, sólo por ser mujeres, aumenta día a día. Las leyes son imperfectas, inaplicables o sólo un jirón de buenas intenciones.
En Las Playas y El Pérsico, de Castaños, la música y la vida siguen, imparables.
saralovera@yahoo.com.mx

Democracia Manchada

Soledad JARQUIN EDGAR
La democracia mexicana no sólo es incipiente a pesar de que tiene sus añitos en construcción y por estar hecha por los humanos, es realmente imperfecta. Pero eso podría ser lo de menos. Las múltiples irregularidades consentidas por una parte importante de votantes, pero cometidas por quienes buscaban el poder a toda costa, han dejado a la democracia con la cara y las manos sucias. Tendremos seis años para mandar a la democracia a terapia y prometerle un futuro deferente.
En Oaxaca, Veracruz, Hidalgo, Quintana Roo, por mencionar los casos que conocí más de cerca por la prensa y socias periodistas de Diez Comunicación, la condición humana que busca el poder se impuso a los valores que deberían imperar en los procesos comiciales, desde las campañas políticas, es decir, se busca el todo por el todo y para ello se paga cualquier precio sea en moneda corriente o con lo que no tiene precio monetario.
A diferencia de Quintana Roo e Hidalgo, las Coaliciones hecha por la derechaizquierda –como en Oaxaca e Hidalgo o separadas como iban en Quintana Roo- en Oaxaca la prensa pretendió estar a la altura de las circunstancias. No hubo inequidad para él desde hoy gobernador electo, Gabino Cué Monteagudo.
En cambio, Xóchitl Gálvez en Hidalgo y Gerardo Mora Vallejo en Quintana Roo, denunciaron permanentemente, entre las muchas otras cosas que enfrentaron como oposición, a los gobernadores priistas de ambas entidades quienes dieron la instrucción de hacer un cerco mediático y faltar a la ética del buen periodismo que exige la narración de los hechos lo más apegado a la realidad posible. Los en esas entidades se apegaron a la instrucción de los gobernadores, incluyendo los medios públicos como las televisoras locales (Manchita).
En Oaxaca, por el contrario, el ex coordinador de prensa de Eviel Pérez Magaña y quizá todavía de Ulises Ruiz, Raúl Castellanos, se quejó con el “jefazo” porque la televisora pública le daba juego a los candidatos Gabino Cué, Irma Piñeyro (la que tiró la toalla) y Ángeles Abad, la que llevó sin discusión alguna a un sitio importante al partido estatal Unidad Popular. Nos enteramos, lo recordarán, por aquellas conversaciones telefónicas que ilegalmente grabó Acción Nacional, seguramente desde el aparato público, aunque Fernando Gómez Mont diga lo contrario (Una manchita más).
Es de todas y todos conocido que durante los meses de la campaña política hubo irregularidades, de las que los elefantes blancos conocidos como Institutos Estatales Electorales nada dijeron, omisos permitieron que algunos candidatos se sirvieran con la cuchara grande, cometiendo el peor de los pecados de la política: corromper a la ciudadanía mediante el intercambio de votos por “apoyos” (Más suciedad).
En Veracruz, por ejemplo, se dispuso ampliamente del dinero público, como señalaba el gobernador Fidel Herrera, “en plenitud del poder”, como él mismo se calificó en una conversación telefónica producto del espionaje que el PAN justificaba como resultado de aquello que dice que en la guerra y el amor todo se vale. El hombre que es exhibido disponiendo de dinero para apoyar a los candidatos priistas logró su objetivo y refieren que en aquel estado hubo una histórica votación. Igualito que en Oaxaca, ¿una coincidencia? No, para nada (Huella indeleble)
En Oaxaca, en esto de los apoyos le echaron montón todos, cada quien para su lado, como en el Juego de Juan Pirulero. Incluso al momento de votar se dispuso de dinero suficiente, provocando de nueva cuenta la corrupción ciudadana, que ante sus necesidades se prestan a dar ese servicio, sin importar el daño que pudieran provocar. Algunas personas relataron que les dieron 500 pesos por votar por el actual gobernador electo, otras lo hicieron por el candidato del PRI, pero éstos dieron sólo 200 pesos (Lamparones).
Recién me platicaba una científica que con la observación ordenada también se hace ciencia. Bastaba pues observar y hacer ciencia en el proceso electoral. Las y los electores se metían a la casilla y casualmente salían de ella con la papeletas sin doblar, como exhibiendo que habían cumplido y de esa forma podían obtener el dinero prometido (Cardenales).
De ¿dónde salió el dinero? Bueno, descubrirlo será el trabajo que finalmente podrían hacer en el IEE, como un acto para reivindicarse por todos los años de servicio y el dinero que ganaron y que sin duda habría salido de quienes pagamos impuestos y por otro lado, podría ser tarea de la empresa que ya anunció Gabino hará una auditoría, así quizá, podríamos tener resultados. Sí, ya sé, estoy soñando con la democracia, la transparencia y la legalidad.
Aunque, preguntando aquí y allá, las señoras de las colonias dicen que lo que más extrañaron en este proceso electoral fueron precisamente las despensas, no llegaron en Oaxaca, donde a diferencia de Veracruz no se dispuso de la buena voluntad del gobernador como habría sido en otros tiempos, así que alguien o algunos deben estar engordando su cochinito, pensando en un futuro paradisiaco o en la contratación de buenos despachos jurídicos, por aquello de las marranadas cometidas.
Así como sucedió en Hidalgo y en Quintana Roo, Oaxaca no fue la excepción se realizó una campaña para inhibir el voto ciudadano. Contra todo, el domingo 4 de julio, en los teléfonos particulares se recibieron llamadas diciendo que habría actos de violencia que no fueran a votar (más suciedad).
Al medio día de aquel domingo electoral -a veces no sé cómo le hacen para ser tan buenos investigadores- fueron detenidos 39 miembros de la organización conocida como los Pancho Villa. Grupo de choque que opera en el Distrito Federal, es decir, en el terreno de Marcelo Ebrard, pero para ser más precisos con la señora Clara Brugada. De eso nos habíamos percatado una tarde antes cuando comía con una amiga en uno de los portales, ahí se paseaban por separado claro está, además de Ulises Ruiz y los niños verdes, dos operadoras de la delegada que desplazó aquel famoso Juanito (Cochinadota perredista).
Los que al final se sintieron traicionados fueron los priistas y la traición la habría cometido Judas Ulises Ruiz. Así se escuchó gritar a los cuatro vientos en las oficinas de concejales a algunas regidoras que sólo un día antes habrían sido capaces de desgarrarse hasta la piel por el gobernador oaxaqueño. Y la sospecha creció como los ríos hasta desbordarse y salir de la boca del más afectado por la derrota, que ahora es el traicionado (Mancha letal).
Lo que sí es real es que a diferencia de Hidalgo y Quintana Roo, a Felipe Calderón y los apuntados como su sombra, la llamada izquierda mexicana, le echaron todos los kilos para derrotar al PRI en Oaxaca, lo que evidentemente no sucedió en aquellas entidades (Mancha imposible de quitar).
Gabino Cué ganó las elecciones y ahora está armando lo que será su gobierno en el hibrido derechaizquierda para tratar de salvar el futuro y ese será el reto, donde insisto las mujeres podrían llevarse la peor de las partes.
Para terminar me pregunto qué va a pasar con el Partido Alianza, el Partido Verde Ecologista de México y el Partido del Trabajo, que no alcanzaron a tener votos suficientes, pero que podrían seguir sangrando a la democracia mexicana. Excepción aparte fue el candidato Jorge Círigo quien no declinó y sacó más votos que algunos de esos partidos políticos