martes, 14 de diciembre de 2010

Presentan libro Mujeres: género e identidad en el Istmo de Tehuantepec · Desmitifica Margarita Dalton la existencia del matriarcado

Soledad JARQUIN EDGAR

El libro Mujeres: género e identidad en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, escrito por de Margarita Dalton desmitifica que la cultura zapoteca sea un matriarcado y, en cambio, es una cultura –y sobre toda, una cultura indígena- donde se valora a las mujeres, afirmó la doctora Elizabeth Maier, investigadora profesora del Colegio de la Frontera Norte (Colef).

Al presentar la más reciente obra de la historiadora Margarita Dalton, Maier afirma que muestra como las mujeres zapotecas del Istmo de Tehuantepec, tienen mayores espacios sociales de participación y reconocimiento y gozan de amor propio.

Amor propio, concepto que desarrolla Dalton, como un componente de la identidad femenina de estas mujeres conjuntamente con la memoria histórica que poseen sobre su cultura milenaria, que les da ese sentido de superioridad, autoridad, poder y que las identifica, añadió en su momento la doctora Patricia Ponce.

Ponce, quien es coordinadora e investigadora del grupo de estudios de Género del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Golfo, sostiene que gracias a ese amor propio es que han logrado negociar espacios de poder al interior de la comunidad marcada por el sexo y el género. “Su secreto es quererse, radica en el valor que ellas mismas se dan al interior de su espacio sociocultural y cuya construcción inicia desde la infancia”.

Como las Patricia Ponce y Elizabeth Maier, la también presentadora del libro Bárbara García Chávez, sostiene que el libro Mujeres: género e identidad en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, es una narrativa de sucesos y acontecimientos importantes que transitan entre las tradiciones y costumbres del pueblo istmeño, así como los símbolos, signos, gestos de esas mujeres que describe con un lenguajes sencillo, fácil, que explica conceptos y pensamientos de las entrevistadas con un conocimiento profundo de la historia.

La regidora de Equidad y Género del gobierno de la ciudad de Oaxaca, refiere también que una de las mayores riquezas de este nuevo libro de Margarita Dalton –investigadoras del CIESAS Pacífico Sur- es su no interpretación de los discursos de las mujeres entrevistadas, aún cuando sostiene que en las Ciencias Sociales la investigación tiene una importante carga de subjetivismo, que cruza prejuicios y valores de quién hace la investigación, de quién informa y, por supuesto, de quién lee la investigación.

Y es sobre esa subjetividad, que la investigadora del Colef, Elizabeth Maier, refiere en coincidencia con García Chávez, al señalar que la autora “se confiesa producto de su propia cultura e historia, proponiendo que como investigadora una debe tener la conciencia de la propia subjetividad” y plantear el encuentro entre investigadora e investigación como si fuera un diálogo: “No se borran las diferencias pero las visibilizas para ti misma en un intento de entender tus propias cargas subjetivas en el proceso de comprensión de la otra cultura”.

Los conceptos de una narrativa ágil de una investigadora “travesti” –como ella misma explica- al convertirse al vivir con ellas, vestirse como ellas y hacer lo que hacen ellas, “volverse comadre de ellas”, Margarita Dalton se llega a parecer al sujeto de su investigación lo que le permite establecer lazos que la unen aún más a esa región tan especial de Oaxaca, señaló Bárbara García Chávez.

La historiadora y feminista Margarita Dalton, a través del libro Mujeres: género e identidad en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, permite descubrir conceptos pero también “permite recrearnos en los paisajes que dibuja con palabras, podemos imaginar los rostros de esas mujeres, podemos indignarnos ante lo que no entendemos, para luego reflexionar y tratar de comprender”, dice la concejala oaxaqueña.

En tanto las investigadoras Elizabeth Maier destaca como “la autora fija nuestra atención en lo que más le intriga de estas mujeres, algo que ella llama “el amor propio”, un concepto que ella desarrolla en desprecio del término autoestima, que se considera más superficial y trillado”.

Integrante del Sistema Nacional de Investigadores, Maier dice que para Dalton la noción de “amor propio” encierra una profunda auto-valoración, que es algo necesario para vivir bien, para gozar de la vida, para actuar, participar social y políticamente, en fin, para tener una buena calidad de vida.

Para evaluar el amor propio de las zapotecas del Istmo la Dra. Dalton considera cuatro aspectos: uno, seguridad y confianza en lo que se hace por sus resultados; dos, Visibilidad (contabilidad, transparencia); tres, libertad en la toma de las decisiones; cuatro, Vivir sin miedo.

La autora hace una lectura desde la perspectiva de género. Descubre a las zapotecas del Istmo como fuertes y grandes de porte. Detentan capital cultural y social mediante múltiples maneras y, sin embargo, devela que viven una relación de género de subordinación, en donde el hombre tiene un mayor valor social, mayores privilegios y beneficios, así como todas las demás culturas patriarcales, por eso afirma la cultura zapoteca del Istmo de Tehuantepec no es un matriarcado.

En ese sentido, la también investigadora de la Universidad de Veracruz, Patricia Ponce, sostiene que de acuerdo con la investigación de Dalton, la presencia rotunda de las mujeres no se refleja en el terreno de la autoridad pues ellas poco participan aún en la toma de decisiones políticas que afectan los ámbitos socio-económicos , a los liderazgos femeninos les han negado la entrada.

A reserva: Bárbara GARCÍA CHÁVEZ

Ver para creer…un cura desde la tribuna en tierra de Juárez



Cuando la izquierda y la derecha se funden, las acciones políticas carecen de fundamento y resultan inexplicables, inusitadas, asombrosas y hasta indignantes; la ideología no registra rumbo y el pensamiento es obtuso.

El espectáculo exhibido en la Cámara de Diputados el pasado 10 de diciembre, adelantando vísperas hacia la conmemoración de los festejos guadalupanos, en pleno bicentenario de la insurrección proclamada por un sacerdote que impactó las almas de los más desprotegidos y menos iluminados (mera casualidad); el cura Wilfrido Mayrén Peláez –padre Uvi- quien se adjudicó la representación de todos los organismos de Derechos Humanos que luchan por devoción y amor, durante la sesión legislativa instalada para conmemorar el 62 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, recibido con júbilo y al parecer con autentica satisfacción por diputadas y diputados de la mayoría coaligada en el congreso, algunos de ellos coreando con los feligreses seguidores de Uvi: “Ojo por ojo, diente por diente, Ulises asesino, la cuenta está pendiente”, por cierto, con un contenido muy poco cristiano.

Independientemente de la razón indiscutible, que nos indigna y ofende por la impunidad que al parecer se ha acordado por la clase política de élite –los de ahora y los de antes-, queda una reflexión: La violación de derechos humanos debe ser castigada sin duda alguna, con la estricta aplicación de la ley.

Los fariseos, como calificó días antes Uvi a legisladores, concepto con una profunda carga religiosa, significa “miembros de una secta religiosa judía, condenada por Jesús por su puritanismo hipócrita y su nacionalismo religioso”; …primero la justicia y luego la ley… frases en su discurso que utiliza indiscriminadamente tanto desde el pulpito como en manifestaciones, mítines, entrevistas y ahora en el Congreso Legislativo, violando flagrantemente el principio de laicidad republicana enunciado en la Constitución Mexicana.

Entonces se entiende que la justicia y su valor debe ser dictado por los designios divinos, no por determinación humana en procesos acordados y consensados que dictan las leyes jurídicas para regir la vida en común; no son eternas, se modifican, responden a los procesos históricos, si no son justas las cambiamos, lo que no debe ser es incumplirlas, actuar fuera del status legal violentando los derechos ajenos, rompiendo el esquema de derecho.

La utilización de espacios de expresiones política de orden público sólo le competen al Estado, atribuirles un carácter de difusión de algún culto religioso por un ministro de cualquier iglesia, atenta contra el Estado laico lo que resulta una intromisión a la soberanía constitucional.

Resulta insólito el suceso, atípico políticamente -considerando que es evidente que fue planeado y consensado por los partidos minoritarios que juntos hacen mayoría en el Congreso- el beneplácito de la derecha (PAN) no por la presencia de un sacerdote en la tribuna legislativa, que sería para sus correligionarios un sueño hecho realidad, sino por el tono del discurso que reivindica la lucha social, la justicia e igualdad, los conservadores de Acción Nacional que no están de acuerdo con los principios del Estado laico, así son, se afirman con los postulados del derecho natural canónico, están en su derecho porque obedecen a su propia naturaleza.

En cambio, otros y otras de partidos sin ideología clara, irresolutos, porque son tímidos, no tienen el valor de su opinión o quizá no tienen opiniones, no se puede confiar en ellos y ellas, porque no se sabe cómo piensen hoy y mucho menos cómo pensarán mañana.

El resto, el que se dice progresista, de izquierda, ¿Cómo recuperaran su casta juarista? ¿Qué cara mostrarán cuando en sus referencias políticas, se reclamen airadamente republicanos, laicos y orgullosamente juaristas?

La incongruencia deriva de esa confusión geométrica que ha redituado indiscutiblemente a favor del PAN, que puede enmascararse para oír con exclamos de indignación simulada, lo que durante el violento ciclo de crisis y violaciones extremas a los derechos humanos vieron, callaron y muchos de ellos aplaudieron: la represión bárbara no sólo de Ulises Ruiz, el mal y también del gobierno federal panista –policía y ejercito- que envió Vicente Fox con la venia de Felipe Calderón ¿acaso se nos olvido? Como ya omitimos en nuestra memoria cuando PRI y PAN se pusieron de acuerdo para exonerar precisamente a URO,

¿Quiénes son los fariseos? ¿Sólo los que abandonaron el recinto? Yo estoy convencida que también muchos de los que se quedaron y aplaudieron al orador que se quitó la sotana y desde su privilegiada posición religiosa defendía los derechos de los más desvalidos pero también los menos ilustrados, violentando el principio de laicidad que determina la prohibición de todo proselitismo religioso o con tendencias de culto que interviene en los asuntos de Estado.

Cada proclama en el espacio que le corresponda.