domingo, 14 de octubre de 2012

A RESERVA: La pobreza en Oaxaca ¿Y el cambio?


A Reserva
La pobreza en Oaxaca ¿Y el cambio?

Bárbara GARCÍA CHÁVEZ
Paul Spicker (1999) identifica once maneras diferentes de interpretar la pobreza sobre la base de: necesidades insatisfechas, estándar de vida, insuficiencia de recursos, carencia de seguridad básica, falta de titularidades, múltiples privaciones, exclusión, desigualdad, pertenencia a una clase social, dependencia y padecimientos inaceptables.

Tradicionalmente la pobreza se ha entendido como la insuficiencia de ingresos y muchas de las interpretaciones del fenómeno enumeradas por Spicker encuentran sustento en esta concepción, que ha quedado corta ante la realidad social.

Referirse en la actualidad a la pobreza es referirse no solo a la falta de ingreso suficiente, mas ampliamente, a la carencia de capacidades vinculadas a los procesos de crecimiento humano, tales como educación, salud, trabajo, género, grupo etáreo y posibilidad de participación política, entre otros.

La lucha contra la pobreza debe procurar la solución de los problemas económicos y elevar las condiciones de vida que impacten necesariamente el desarrollo humano mediante eficaces políticas de estado, desde la institucionalidad democrática.

En un estado como Oaxaca, con alto índice de comunidades indígenas, con rezagos mayúsculos que aún y a pesar del “cambio” se encuentra tasada en los últimos lugares nacionales de crecimiento y desarrollo, las poblaciones rurales no son preocupaciones que estén presentes en la actual agenda gubernamental del actual gobierno.

Tampoco son temas muy presentes en las acciones de gobierno los procesos educativos y de la salud.

Los acuerdos políticos-financieros del gobierno gabinista con la descalabrada sección 22  del SNTE al frente de la educación oficial en Oaxaca han sido más importantes que el impulso “en función del desarrollo”; son inexistentes  las campañas de alfabetización y casi nula o en retroceso la calidad de la educación quedando a la deriva en este rubro el rico potencial humano de nuestros pueblos frente al posible aporte al desarrollo económico, social y cultural.

En cuanto a generar posibilidades educativas en niveles superiores, se tendría que crear una propuesta que diversifique los estudios tecnológicos y universitarios “incorporando nuevas carreras y oficios indispensables para el desarrollo económico y social”.

Solo basta voltear a las regiones más pobres de la entidad –la sierra, la mixteca- para corroborar los índices de atraso educativo, que como siempre se agudiza en la población femenina.

Respecto de la salud, fundamental en el desarrollo de los pueblos, no se adjudica el estado oaxaqueño como tarea fundamental ningún programa de abastecimiento de agua potable y de otros servicios de saneamiento. Tampoco se encuentran referencias a dos grandes preocupaciones, -consecuencia inmediata de la pobreza- la desnutrición y la protección de la salud materno infantil.

El gobernador y sus amigos, aquellos que ostentan por designación puestos de poder casi monárquico, no hacen referencia directa a la lucha contra la pobreza o a las inequidades que afectan la distribución de la riqueza en nuestro estado, sino apenas una imprecisa referencia a “elevar el nivel de vida”, argumentando cínicamente los avances del gobierno de la prosperidad, inventando cifras y estadísticas que ofenden a la ciudadanía, afirmando la creación de miles de empleos o la disminución de la migración o difundiendo programas inaccesibles que generan esperanzas golpeadas.

Una de las más importantes ausencias de acciones serias es la pobreza y la discriminación. Resulta políticamente intolerable y moralmente inaceptable que algunos sectores de nuestra entidad se encuentran marginados y no participan de facto en acciones que además son anunciadas con platillos y tambora, pero que no llegan a ser realidad ni en su mínima expresión.

Tal es el caso de la inacción política que asegure la certeza jurídica y seguridad del pueblo loxicha, que aún se encuentran presos sin un debido proceso desde hace 16 años, autoridades municipales de ese tiempo.

O la cacareada paz en la región Triqui, cuando siguen persiguiendo y asesinando a sus dirigentes históricos y continúa desplazamiento de  hombres y mujeres, y donde ellas siempre son las más afectadas.

O el tan anunciado año de la no violencia hacia las mujeres, cuando el número de feminicidios mayor que en los peores años del autoritarismo de Ulises Ruiz,  precedente necesario de una alerta de género.

Un tema fundamental resulta la protección de los derechos humanos. No deja de llamar la atención las constantes declaraciones que al respecto hace Gabino Cué Monteagudo en un excesivo alarde mediático:

“Reafirmamos nuestro compromiso de proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, incluyendo aquellos en situación de vulnerabilidad o marginalidad...”

¿Será precisa esta aclaración? ¿es necesario seguir poniendo de manifiesto que todas las personas gozan de los mismos derechos humanos?

La asignatura de acciones frente a la violencia, implícita en la actualidad en el contexto nacional y su réplica en las entidades federativas, que se excusan algunos gobiernos locales y otros más como Oaxaca niegan el fenómeno o cuando menos lo minimizan.  De cualquier forma la violencia permea en las capas de la geopolítica oaxaqueña y viene acompañada del fenómeno de criminalización de la pobreza y actúa como otra de las cargas que los pobres llevan sobre sus espaldas.

En sociedades en las que la violencia está generalizada, esconderla con discursos soeces no la disminuye solo genera más corrupción y mayor impunidad.

No se nos debe olvidar que de acuerdo a los tratados y postulados internacionales, de los que el gobierno mexicano forma parte, de cuya responsabilidad son subsidiarios los gobiernos estatales, la eliminación de la pobreza es parte esencial de la promoción y consolidación de la democracia representativa y constituye responsabilidad común de los gobiernos.

Sin duda, existe una relación cierta entre la superación de la pobreza y la gobernabilidad democrática, sin embargo, la base del razonamiento de la lucha contra la pobreza es la más elemental dignidad humana que justifica por sí misma su erradicación, más aún cuando se la califica como crítica, lo que sucede hasta hoy ineludiblemente en Oaxaca.

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PALABRA DE ANTIGONA: MUJERES RECONOCIDAS


Palabra de Antígona
Mujeres reconocidas

Por Sara Lovera
Cuando algunas de nosotras empezamos a militar en el feminismo de la tercera ola, en los años 70 del siglo pasado, se nos estigmatizó inmediatamente. En los lugares donde hablábamos o donde nos manifestábamos éramos vistas como un grupo de radicalidad escandalosa. Piensen ustedes en 1971, una marcha con féretros de papel un día de la madre solicitando la despenalización del aborto. María Victoria Jiménez captó aquellas primeras imágenes.

Durante mucho tiempo nuestra marginalidad ayudó. Estudiamos, leíamos, nos contamos nuestras vidas y fuimos construyendo lentamente un movimiento y un polo político de izquierda feminista que puso en juego la nueva agenda y revisó la agenda de nuestras ancestras, las sufragistas.

Una de las inspiradoras de esta ola de los años 70 fue Antonieta Rascón, quien nos trasmitió la necesidad de conocer qué habían hecho las mexicanas del pasado. Es autora de un primer ensayo sobre la participación de las mujeres en la Revolución Mexicana y a su vez Marie Claire Acosta organizó un librito que publicó el Fondo de Cultura Económica sobre la cuestión del aborto.

Recuerdo todo esto ahora, en tiempos de institucionalización del feminismo y del desarrollo de políticas públicas, una vez reconocido que sí, que las mujeres somos más del 50 por ciento, que existimos y que queremos otra forma de vida social, desde esta perspectiva feminista, no la tecnocrática que se nos ha querido imponer.

De ahí la trascendencia del reconocimiento que hace 10 años hace el gobierno del Distrito Federal, a través del Instituto de las Mujeres, a personas emblemáticas que en esta ciudad dan la batalla cotidiana por conseguir, algún día, que muchas  mujeres tengan una verdadera ciudadanía, igualdad y reconocimiento. Es decir, que podamos vivir en equivalencia con los hombres, con familias democráticas, sin el temor cotidiano a la violencia, con derechos a salvo y con capacidades desarrolladas.  

De este reconocimiento, en 2010 el periodista y maestro Miguel Ángel Granados Chapa escribió: “Omecíhuatl es el nombre que designa a la parte femenina de la dualidad creadora. Simboliza la equidad entre los sexos desde el origen de la humanidad. El Instituto de las Mujeres del Distrito Federal llama de ese modo a una distinción que tiene carácter emblemático por dondequiera que se le vea”.

El número de mujeres que lo reciben, en lo individual, ha variado cada año, pero se eligen algunas categorías. Esta semana se conocerá la lista completa de las galardonadas, lo que hay que destacar es que por primera vez en nueve años hubo una convocatoria, se discutieron perfiles y antecedentes. No digo que antes haya habido superficialidad, al contrario mujeres sin tacha, en general, lo han recibido, por recordar algunas diré: Carmen Aristegui, Rosario Ibarra, Esperanza Brito+, Cecilia Loria+, Teresita de Barbieri, Gabriela Delgado y algunas periodistas como Lidia Cacho. Es decir, no es poca cosa, pero llama la atención que esta vez la designación se democratizó.

El 13 de septiembre conocimos la convocatoria que señalaba: podrán postular las instituciones académicas, asociaciones civiles, organizaciones no gubernamentales, colectivos, instituciones gubernamentales, asociaciones profesionales, medios de comunicación y personas cuyas aportaciones tengan un impacto positivo en las capitalinas.

En su décima edición, la Medalla Omecíhuatl se entregará en cinco categorías: Reconocimiento y ejercicio de los Derechos Humanos de las mujeres; Participación en la educación, las artes, la cultura y el deporte, que inspire e impacte en el desarrollo y empoderamiento de las mujeres; por su trayectoria en la política o la administración pública a favor de los derechos de las mujeres; por sus aportes a la ciencia y la tecnología, cuya experiencia personal inspire a otras mujeres o cuyos aportes impacten en una mejor calidad de vida de las mujeres; y por su trabajo como líder comunitaria a favor del ejercicio de derechos de las mujeres en las colonias, barrios, unidades habitacionales, delegaciones o pueblos de la Ciudad de México.

Seguramente la lista es grande. Por lo pronto me he enterado la recibirán Rosario Novoa, quien durante tres años se desempeñó en la Delegación Iztapalapa poniendo en práctica lo que ya es una experticia: Seguridad Ciudadana, donde ella misma, me lo ha contado varias veces, vio como la participación organizada de las mujeres puede y es, una cuestión central para detener la violencia comunitaria. Ella feminista, cineasta, escritora, además ha dado a esta ciudad contribuciones fundamentales. Estuvo como funcionaria en lo que fue el primer programa de la Mujer en el Distrito Federal.

Y también lo recibirá Josefina Chávez, directora de Cuadernos Feminista, integrante de varias organizaciones ciudadanas de mujeres, emblemática luchadora por la organización real de las mujeres, promotora del Pacto por la Vida y los Derechos de las Mujeres en la defensa de los derechos reproductivos; comprometida profunda por la transformación de este país.

Lo recibirá también la abogada Andrea Medina, constructora de una primera ley sobre la violencia contra las mujeres en Jalisco, cuando era muy jovencita, lo sigue siendo. Se ha destacado por su compromiso en la investigación y difusión jurídica del feminicidio y por ello le debemos los avances y acuerdos sobre lo que se llama Campo Algodonero.

Me parece que estos reconocimientos son una lluvia fresca en medio de tanta estulticia e impunidad como vivimos en México y también en un contexto donde las políticas de género suelen ser una mascarada y todavía  persisten protagonismos vacíos. Enhorabuena que estas mujeres reales y comprometidas, entre todas las demás que el próximo 24 en el contexto del aniversario del voto femenino, serán reconocidas en todo lo que valen.