martes, 26 de febrero de 2013

Palabra de Antígona: La Tele-basura


Palabra de Antígona
La Tele-Basura

Por Sara Lovera
Existe un adagio muy popular, no sé si es universal, que dice “los viajes ilustran” y es verdad. Unos días en Nueva York con un frío amenazante para andar en las calles nos lanzó a las salas de algunos de los museos espectaculares como el de Arte Moderno (MOMA), el Guggenheim y al Metropolitano. Días para callejear imposibles que   me llevaron todas las tardes muy temprano de vuelta al hotel. El frío era demasiado y a ratos el viento me pegaba tan fuerte en la cara que lo mejor era tratar de ver algo en la televisión.

Hace algunas semanas también viví una experiencia semejante en San Francisco. El refugio era la casa de mi sobrina.

Y no doy crédito. La única televisión en español que podría disfrutar es la que trasmite en toda la Unión Americana el canal televiso que se llama Univisión. La programación esta formada únicamente por telenovelas, bueno no me quejé. Había disfrutado una selección increíble de Matisse en el museo Metropolitano y eso lo compensaba. Me di cuenta de que los anuncios, entre un capítulo y otro de telenovelas, que por cierto ya fueron transmitidas en México, eran anuncios largos y tediosos y descubrí entre ellos la venta de una crema Venus que fabrican en Veracruz, de concha nácar y otras hierbas que prometen desaparecer las manchas de la cara. Bueno, no está mal, porque además la envían a casa.

Esa especie de invasión conformada por unos 20 millones latinos y latinas seguro que hacen de este canal uno muy visto. Pero el horror viene por la noche, como todo cuento de terror. ¿Qué creen? Que televisa va con todo, concursos para aficionados, música grupera y algo que ya no se ve en México el concurso de señoritas modelo. Tremendo.

Y ahí están para divertimento de bajísimo nivel, cubanas, colombianas, portorriqueñas, méxico-norteamericanas, ecuatorianas, venezolanas, afroamericanas, todas súper jovencitas presentadas con el mínimo de ropa, tocadas y apretujadas por el presentador (el famoso Don Francisco) y puestas a cantar o actuar de improviso, enseñando ante todo sus largas piernas y cuerpos pequeñitos y delgados, acaban siendo  el menú de dos o tres horas eternas en que se les pide de todo, que sonrían, que bailen, que muestren toda clase de habilidades.
Una sucesión de tremenda explosión de “encantos” con comentarios del público en el estudio que aplaude, grita, opina y vota. El premio tras largas representaciones –tal vez semanas- es de 5 mil dólares y la idea persistente de que las latinas son portentos para animar al público, supongo que principalmente masculino, aunque también femenino. Se trata de una reafirmación, me dije, de mujer/objeto sexual, abusando de su condición y probablemente la entrada de mecanismos que favorecen la trata y la prostitución.

Para las latinas, lo sabemos, el sueño americano es conseguir un empleo permanente como camareras, cocineras, recepcionistas en los hoteles que como en Nueva York reciben constantemente visitantes de toda la Unión y también de otros países, latinos, europeos y asiáticos. Bueno al grado de que el director de cine Wayne Wang  hizo la película Sueño de Amor, donde una camarera (Cenicienta) que se enamora de un rico empresario (príncipe azul) hospedado en uno de estos hoteles de Nueva York.

Pero sigamos con la telebasura que patrocina el consorcio Televisa también incluye pasarelas para promover los vestidos de novia; consultas sobre la importancia de la virginidad. Ni un rastro de noticias, ni de programas “educativos” o relativos por ejemplo a las zonas arqueológicas de América Latina o sobre procesos políticos como las elecciones en Ecuador. Nada de eso sino solo este tipo de divertimento situado en los cuerpos de las mujeres, las costumbres que acá empiezan a desaparecer y promoción, eso sí, como en México en las horas nocturnas, de la venta de toda clase de productos para bajar de peso, cremas para la cara y artículos del hogar.

Increíble. Televisa sabe que, por ejemplo, los 400 mil migrantes mexicanos que viven en la ciudad de Nueva York, las más cosmopolita de Estados Unidos, líder de la economía, la guerra y las grandes empresas, va más allá de los corredores de las tiendas de marcas internacionales, los espectáculos de teatro y musicales únicos, nunca promovidos en español.

Televisa sabe que las y los mexicanos y población latina, también asiática y africana, son personas sencillas en busca de un mejor vivir. En Chicago o Miami, es igual, para ellos y ellas, sólo telebasura a rabiar.

De sus protestas, como la de Wall Street o una petición en pleno Times Square para que los medios cuenten la verdad, solo a media calle del imponente edificio de New York Times, ¡nada!. Nada vale una nota en castellano. No, nada de eso. Los estrategas de la comunicación de televisa lo que buscan es  hablar y promover todas aquellas cosas que reafirmen la familia latina, el cuidado de los niños y niñas, los tremendos culebrones de amores imposibles e intrigas en donde, como todas las telenovelas, las mujeres se enfrentan con otras mujeres y/o son ambiciosas pero muy bellas. El horror.

Me pregunto si Televisa desconoce el cambio que ocurre entre migrantes, ahora que nos aprestamos a la espera de la propuesta que  Barack Obama hará tras el comienzo de su segundo periodo presidencial; si ha considerado que hay miles de jóvenes que van a estudiar y supone que todos ellos y ellas prefieren practicar solamente el inglés.

No cabe duda. Los viajes ilustran. Nueva York es una ciudad imponente, por donde quiera que una lo piense. Además de sus museos, sus iglesias, la más gigante y antigua ortodoxa, la catedral de San Patricio, la inmensa y antigua estructura de San Thomas o la Sinagoga de la Quinta Avenida, además de sus restaurantes de comida vietnamita o coreana, india, italiana o mexicana.

Es posible que Televisa esté apostando a mantener a una inmensa masa de nuestros coterráneos que deben pensar que México no cambia para nada, que lo que dejaron se quedó ahí, entre charros, mujeres dóciles y bellas matronas. Que la cosa es la música grupera, la antipolítica y el renacimiento del valor de la piel brillante y morena, de largas piernas, torsos delgados y “apetecibles”.

Se dirá que tengo unos lentes conservadores al no considerar que se trata de una inocente programación televisiva fundada en el divertimento, porque ¿quién va en busca en plenas vacaciones de un programa de análisis sobre el regreso del presidente Hugo Chávez, o la ratificación de otro periodo presidencial de Raúl Castro?¿Por qué pensar que mantener una liga con nuestro país podría incluir algo de las culturas mesoamericanas, de los pueblos orfebres o los paisajes turísticos que en México son imponentes y bellos?

No para nada. Telebasura que se ha ido poco a poco arrinconando en el canal 2 de México; los concursos que ridiculizan a la población los domingos aquí en nuestra televisión abierta o encubiertos de un discurso lastimero que promueve la “solidaridad” con los que menos tienen.

La televisión norteamericana tiene también harta basura, pero se pueden ver cosas. Como una interesantísima historia del cine mundial a propósito del Oscar, las increíbles y bien hechas series policiacas, las mesas de discusión desde la CNN que se ubica en Miami, claro que contrastan sin duda con esa corriente de numerosos programas que siguen encerrando a las mujeres en el concepto de la buena mujer: madre-esposa, preparativos de bodas, cuidado y educación de los hijos de todas las edades y hasta uno sobre la poligamia, entre otros.

Nueva York es siempre eso, Nueva York y sus barrios, como Greenwich Village donde fui a comer con una mexicana que lucha por la vida y se dedica al arte y el feminismo; o aquellas latinas que son o han sido funcionarias de Naciones Unidas, promotoras de los derechos civiles y sociales de todas las mujeres,  las miles de mexicanas que aprenden las mil entradas y salidas del subway  (metro) de finales del siglo XIX; la maravilla de sus edificios art déco o las miles de piezas de la cultura occidental que se fueron acumulando en el Museo Metropolitano; la renovación constante de la llamada zona cero, a propósito de los ataques terroristas del 11-S en  el World Trade Center  donde fueron derribadas  las torres gemelas; en fin, muchas cosas que ver, calles que caminar, lugares donde comer, rostros qué apreciar, moles de concreto y el frío de estos días.