miércoles, 29 de mayo de 2013

Sobre feminismos, las mujeres indígenas tienen la palabra



Sobre feminismos, las mujeres indígenas tienen la palabra
* Francesca Gargallo y los feminismos desde Abya Yala

Aline CASTELLANOS
El libro Feminismos desde Abya Yala. Ideas y Proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en Nuestra América, de Francesca Gargallo, que presentó el pasado mes de marzo en Oaxaca, es un libro indispensable y necesario. Es propositivo y revulsivo.
Indispensable y necesario para las mujeres indígenas, para las feministas, para cualquiera que se precie de buscar el mejoramiento social desde cualquier trinchera, porque nos convoca a repensar nuestras ideas-creencias sobre las mujeres indígenas, sobre nuestro bagaje feminista –las que nos asumimos como tales-; nos convoca a cuestionarnos nuestros parámetros de “verdad”. Es una invitación a poner bajo la lupa nuestros atavismos patriarcales y colonialistas. Es un espejo que nos invita a mirarnos y a reconocernos. En las otras, que soy también yo misma.
Es un libro que apela a cada una de manera directa. ¿Quién en Oaxaca no tiene una raíz indígena o negra? Todas la tenemos, provenimos de alguna de las 607 naciones indias de este continente, o de alguno de los 16 pueblos indígenas del estado o del pueblo negro. O de ambos. Aunque no hablemos ya zapoteco o mixe o mixteco, aunque vistamos con otras ropas que no sean las tradicionales indígenas, en nuestra sangre corre un poco o un mucho de la sangre india que inundaba el continente antes de la invasión española, de la sangre negra de los miles de personas extraídas de sus tierras africanas.
Pero eso que somos generalmente no es traído en la memoria y en la consciencia. Lo que sí recordamos es al, o a la tatarabuela blanca de ojos claros, nuestra ancestra española. Es a la que presumimos, la que dio los ojos claros a alguno de nuestros 200 parientes. Toda la demás parentela, morena, de ojos negros, no tuvo la “suerte” de heredarla. Francesca, en este libro, plantea que somos una sociedad “blanquizada”, es decir, que nuestro referente de identidad colectiva privilegia el lado europeo, “lo indígena es “lo otro”, lo que no soy yo.
Y así como individualmente borramos de nuestro ser, de nuestra apariencia, de nuestra lengua esas raíces, también lo hace la academia, también lo hace la política y la cultura, la sociedad toda.
Lo indígena y lo negro han sido invisibles, o sólo visibles en términos de folklor. En términos políticos, los pueblos indígenas no son sujetos políticos capaces de aportar al cambio social, sino sujetos de asistencia social, sujetos a los que hay que rescatar del “atraso”. Francesca coloca el tema del colonialismo nuestro de cada día, el personal y el institucional.
En términos académicos, los pueblos y particularmente las mujeres indígenas no son portadoras y generadoras de conocimiento. Su pensamiento es percibido como inferior al pensamiento reconocido como “científico”. Su palabra no es conocimiento, dice críticamente Francesca, es testimonio; las mujeres indígenas, para la academia, son informantes u objetos de estudio, no interlocutoras. Así, Francesca cuestiona el modelo hegemónico en el que el discurso de la generación de conocimiento es eurocéntrico y gringo céntrico; es decir, lo que llamamos occidente.
Este es un libro que, como su nombre lo indica, recoge ideas y proposiciones de mujeres indígenas de todo el continente. Pero es más que solamente una recopilación de las palabras de cientos de paisanas de estas tierras nuestroamericanas. El libro coloca el pensamiento feminista de las mujeres indígenas en la categoría, justamente, de pensamiento que genera conocimiento y que tendría que ser referente obligado de nuestro conocimiento del mundo y referente obligado para nuestras luchas feministas, de mejoramiento de las mujeres y de mejoramiento social.
Es un libro que me y que nos convoca a desoccidentalizarnos, a descolonizarnos. Porque aunque oficialmente la Colonia se acabó hace 200 años, nuestra mente y nuestras prácticas sociales y políticas siguen estando colonizadas. Nuestros referentes de desarrollo, de civilización, de crecimiento están mirando permanentemente a Europa y Estados Unidos como modelos a seguir; nuestras aspiraciones individuales y colectivas, secreta o abiertamente, consciente o inconscientemente son la de parecernos lo más posible a los del otro lado de la frontera norte o los del otro lado del mar (Atlántico).
Digo que es un libro revulsivo porque es rompe- esquemas.
Aprender y conocer el pensamiento feminista de las mujeres indígenas de Abya Yala es reconocernos en ellas y es replantearnos, como feministas, nuestros modelos de referencia y nuestros supuestos de universalidad. A lo que Francesca invita es a la posibilidad de colocarnos en una posición de iguales, de interlocutoras con las mujeres indígenas, con sus conocimientos y con sus luchas, sus procesos, sus propias construcciones. Es decir, nos plantea reconocer que la universalidad no existe y eso nos puede romper la representación, porque si en nuestro esquema blanquizado lo indio es “lo otro” y lo indio es lo inferior, el tratamiento que podemos tener en nuestras prácticas feministas puede ser, o acercarse al colonialismo. Y ese planteamiento puede romper muchos de nuestros esquemas, conceptos y prácticas. Yo digo que para bien, porque abrirnos a la posibilidad de lo múltiple es siempre más que el reduccionismo de la representación social unívoca.
Las mujeres indígenas dicen que “toda acción organizada por las mujeres indígenas en beneficio de una buena vida para todas las mujeres, se traduce al castellano como feminismo”.
Este concepto de feminismo abre la puerta para pensar en contextos, en realidades y posibilidades diversas en la que las propias mujeres configuran y determinan el significado de “buena vida”. Porque para lo que algunas es bienestar para otras puede significar malestar, y ello tiene que ver con las individuas en particular, en sus contextos en particular.
Y no se trata de un esencialismo, una idealización de los pueblos indígenas, porque las mujeres indígenas que aquí articulan su pensamiento hablan de un entronque patriarcal. Un patriarcado refuncionalizado a partir de un patriarcado ancestral, previo a la invasión, y el patriarcado católico colonial traído de allende los mares. La complementariedad de las mujeres y los hombres en los pueblos indígenas desde un plano de igualdad no es tal, dicen las mujeres indígenas consultadas. Como en toda sociedad patriarcal, los roles están sexualizados y jerarquizados; es decir, hay un plano de desigualdad sobre el cual sí, se complementan los roles y los estereotipos adjudicados a las mujeres y los hombres, pero las mujeres se encuentran en el plano de lo inferior. Dice Francesca que esta teoría de la complementariedad enmascara relaciones de dominación.
Las mujeres indígenas del continente tienen planteamientos políticos para conseguir esta buena vida, y como pensadoras y sujetas sociales, se encuentran inmersas en procesos de resistencia cultural, política, en defensa del territorio-tierra, y en defensa del territorio cuerpo. Porque ellas plantean que el territorio no es sólo la tierra en la que vivimos, sino el propio cuerpo, el cuerpo de las mujeres, es el primer territorio sagrado a defender.
Esta noción filosófica y política de la naturaleza, radicalmente diferente a la concepción de la naturaleza que tiene occidente y su modelo capitalista ha derivado en que no casualmente –dice el libro- las mayores reservas de biodiversidad de este continente,  sean los territorios en donde se encuentran los pueblos indígenas.
Otro planteamiento del libro que me parece importante es el de los pueblos indígenas como sujetos colectivos, sí integrados por mujeres y hombres concretos, pero imbricados de tal forma entre sí y con el territorio, que la buena vida a conseguir no se trata de un logro individual de cada mujer sino, precisamente, un proceso en el que lo colectivo es central.
Aprender y aprehender del pensamiento feminista de las mujeres indígenas, en fin, me parece que es una tarea ineludible, en tanto feministas, en tanto indígenas y mestizas, en tanto queremos también una buena vida para las mujeres. Este libro se inscribe como un texto indispensable para documentar nuestro colonialismo (parafraseando a Monsiváis) y más, es un texto que se debe inscribir en nuestros referentes teóricos que alimenten procesos de luchas anti patriarcales y de liberación de las mujeres.