miércoles, 10 de julio de 2013

¿Yo Feminista? Nora Elizabeth García Cansino: Una vez que tienes conciencia de género, no hay regreso



Nora Elizabeth García Cansino
¿Yo Feminista?
Una vez que tienes conciencia de género, no hay regreso
  • Las injusticias contra las mujeres las ha visto desde la entraña del sistema

Soledad JARQUÍN EDGAR
Nora Elizabeth García Cansino, es actualmente directora del Centro de Atención a Víctimas de Violencia Intrafamiliar (CAVVI) que depende del gobierno de la capital oaxaqueña, istmeña por nacimiento y abogada de profesión a la que le ha tocado observar cómo se cometen injusticias contra las mujeres desde la entraña misma del sistema.
Hace unos años tomó conciencia de su ser feminista, al observar con otros ojos la condición social de las mujeres, “una vez que me sucedió resultó imposible volver a la oscuridad, regresar a lo de antes, ser la misma de siempre, hacer como si no viera las diferencias sociales que implican nacer mujer” y por el contrario “quitarme ese velo y ponerme los lentes de género me permitió mirar muy claro lo que estaba pasando”.
Es la número 11 en una lista de 12 hermanos, ocho mujeres y cuatro hombres, de una familia que no pasó privaciones económicas gracias al trabajo que su padre y su madre realizaron como comerciantes de ganado y derivados en Ciudad Ixtepec, la tierra a la que llegaron temporalmente pero en la que terminaron por quedarse.
El mundo de la familia García Cansino estaba dentro de su casa, la sociabilización se hizo a través de la religión que practicaba la familia y muy poca interacción con las costumbres de la comunidad, a pesar de ello, en la extensa mesa del comedor siempre había por lo menos otros 15 niños y niñas invitados, casi todos muy pobres, sin zapatos, de ropa excesivamente gastada, que con el pretexto de jugar o hacer la tarea se quedaban a comer. Incluso su papá y su mamá intervinieron en varias ocasiones debido a que muchos de ellos y ellas eran víctimas de violencia en sus hogares.
En su casa, aprendió que el valor de las personas dependía del esfuerzo que ponían en lo que hacían, las líderes eran las que tenían habilidades deportivas o aquellas personas que mostraban ser más generosas.
La burbuja –como llama Nora a su familia- se rompió cuando ingresó a la universidad, lejos de casa, “cuando entro a la universidad me doy cuenta de la discriminación por posición económica, de etnia y de color de piel, pero aún no tengo conciencia de la discriminación por sexo”.
Serán algunos años más tarde cuando adquirió conciencia de la diferencia de género, estudió todo lo que estaba a su alcance, asistió a conferencias y talleres sobre género, entendió por qué cuando quería jugar futbol con los niños le daban la posición de portera y tuvo que aprender a jugar mejor que el resto de los varones todas las posiciones dentro del equipo. Hoy todavía practica el futbol porque sostiene que las mujeres y los hombres son iguales y que no debería haber obstáculos en el deporte o la ciencia.
Pero la vida profesional le pone otras enseñanzas que la harán de madurar con el tiempo. Apenas terminada su carrera como abogada entró a trabajar a la Procuraduría General de Justicia del Estado, la enviaron como secretaria ministerial a la población de Cacahuatepec, en la costa oaxaqueña, por alguna razón, narra, el agente del Ministerio Público se tuvo que ir y ella se quedaría al frente. En Cacahuatepec lo primero que le impacta es la pobreza, al grado tal que no siempre había comida y las condiciones en que se encontraba la población azotada un año antes por el huracán Paulina.
En la población le asignan un pequeño cuarto para dormir, sin ventanas y pegado a un barranco, en la comunidad también le prestaron un catre. Además, en el piso había una impresionante mancha de sangre que no se quitaba, alguien le dijo que en esa habitación se había suicidado el anterior MP. Nunca supo la verdad. Deprimida pensó en trabajar hasta el día de la quincena, pero una hermana mayor le recomendó no renunciar y que tomara esa situación como parte de su proceso de maduración personal y profesional.
El primer día, de un año completo, como MP recibió la denuncia de una mujer muy alta que acusaba a su esposo por golpearla y aunque había intentado antes denunciar no pasaba nada porque el MP y su esposo terminaban tomando juntos. Ella sí procedió y a partir de entonces otras mujeres llegaron a denunciar casos de violencia familiar. Algunos fueron consignados, en otros se levantaban actas administrativas, porque entonces, añade, no sabía ni tenía conciencia de lo perjudicial que era conciliar en casos de violencia familiar, aunque era neutral, yo me volvía defensora de las víctimas, los hombres se intimidaban cuando veían a los agentes. Mis acciones fueron bien intencionadas, pero también ingenuas, reconoce. De igual forma, se enfrentó a infinidad de casos de violencia sexual contra niñas y mujeres y supo entonces de la existencia de los caciques del lugar, acostumbrados a imponer su propia ley, pero Nora Elizabeth García Cansino tenía la verdadera ley en sus manos.
En esa pequeña población, refiere se enfrentó a un sistema de procuración de justicia corrupto, “era común que la gente le quisiera dar dinero por cualquier diligencia” y la gente se sorprendía cuando ella les explicaba que no era necesario que tenía un sueldo y que le pagaban cada quincena por hacer su trabajo.
En Jamiltepec, se le asigna el juzgado penal cada fin de semana,  donde una jueza dictó un auto de libertad por un delito que presuntamente sí se había cometido. Nora Elizabeth García Cansino procedió conforme a derecho y apeló la resolución. La jueza la mandó llamar y a gritos le reclamó, ella contestó en el mismo tono. El subprocurador de la Costa la mandó llamar y la hizo firmar su renuncia “me voy con gusto, pero no por corrupta, ni por ratera, ni por incompetente, me voy con la satisfacción de hacer bien mi trabajo”, le dijo al “servidor público”.
Ese incidente no terminó en Jamiltepec, la jueza inició un procedimiento administrativo en su contra ante el Tribunal Superior de Justicia porque supuestamente había alterado un documento público. En el TSJ ella declaró lo que había sucedido, lo mismo que otros testigos como personal del propio juzgado y de la defensoría de oficio. Al final la jueza fue cesada. Esta situación “destapó” una cloaca y quedó claro que la jueza cobraba miles de pesos por dictar autos de libertad y sentencias absolutorias.
De regreso en la ciudad de Oaxaca fue invitada a colaborar en la Cámara de Diputados. A los dos días recibió, vía el teléfono, una amenaza de muerte y la advertencia de que matarían a un amigo cercano, esa misma noche su compañero escapó milagrosamente en una persecución, protagonizada por hombres altos y morenos que con pistola en mano lo siguieron por varias calles.
Leyes, llaves o candados frente a la justicia
Hoy, a diferencia de entonces Nora Elizabeth García Cansino señala que puede entender que es en las leyes donde están los candados para que las mujeres tengan acceso a la justicia, el problema está en los legisladores que no se toman el tiempo suficiente para revisar los dictámenes de forma seria y responsable, independientemente de los diálogos y acuerdos interpartidistas que tienen.
A la distancia piensa que las y los legisladores han mostrado poco y en otros nulo interés por informarse sobre el fenómeno de la violencia en contra de las mujeres, sus causas y, al menos desde donde están, contribuir en la parte legal.  Su experiencia en el actual cargo le ha mostrado que el delito de violencia intrafamiliar tiene un candado, porque se sostiene que para que sea violencia intrafamiliar la pareja debe vivir en el mismo domicilio. De tal manera que si el señor ya no vive en la casa porque abandonó a la familia, no es impedimento para que siga celando a su ex pareja y ese es “motivo para darle una megapaliza”, pero como no viven juntos no se configura el delito de violencia familiar, sólo lesiones.
De igual forma, si ella, como resultado del maltrato huye de la casa y el señor la encuentra, la agrede y además pensemos que intente algo tan grave como  clavarle un cuchillo o lesionarla de muerte y alguien interviene y sólo le deja marcas por el forcejeo, tampoco se configura la hipótesis de la violencia intrafamiliar, si acaso se configura como lesiones y estas pueden ser simples con penalidad ridículamente pequeña.
Muchas veces cuando les informas que no se puede proceder por cosas como esta se ponen muy mal, hay que entender que cuando vives como ellas, una violencia tan grave y destructiva, les resulta imposible comprender por qué la justicia pareciera que les da la espalda.
Por otra parte, añade que la violencia familiar es que como la violación sexual un delito oculto, pero nos piden testigos y en el 99.9 por ciento de los casos no hay testigos lo que provoca que las averiguaciones no prosperen. Y cuando los hay, son vecinos que escuchan los gritos o la familia de la víctima, los primeros no quieren meterse en problemas y los segundos generalmente también están en riesgo son amenazados por los victimarios y con el tiempo se desisten.
En mi opinión y por lo que vivo todos los días con estas mujeres creo que el delito de violencia familiar, como en el caso de la violación, no requiere testigos presenciales, los testigos tendrían que omitirse, no es posible que las víctimas presenten hasta fracturas o lesiones graves y si no tiene testigos ¿cómo le hacemos? Señala con un tono de desesperación.
La violencia contra las mujeres es el tema central de su trabajo cotidiano. Cada mes un promedio de 30 mujeres son ingresadas al CAVVI, cada una recibe asistencia legal, psicológica y acompañamiento personalizado, pero afuera las mujeres se siguen enfrentando a esta clase de leyes, a servidores públicos poco capacitados para entender y resolver su problemática, y aún cuando tienen protocolos en la procuración de justicia, muchas veces las víctimas de violencia de género no reciben el trato adecuado y se les revictimiza.
En tanto que en la impartición de justicia es evidente la necesidad de incorporar la perspectiva de género en todo el personal de los juzgados, principalmente los juzgados penales y familiares, señala la entrevistada.

Camino al andar
Entre 2008 y 2010, Nora García Cansino, ocupó el cargo de directora del Instituto Municipal de las Mujeres en su natal ciudad Ixtepec.
Nosotras no sabíamos a ciencia cierta si queríamos un instituto o qué cosa, pero se necesitaba una “instancia” para atender las demandas de las mujeres y que recogimos en campaña. Ellas hablaban de pobreza y de violencia, en especial aquellas que se habían asentado en la periferia formando un cinturón de extrema pobreza. Eran mujeres que habían migrado a Ixtepec procedentes de Guevea de Humboldt, Santa María Guienagati, Santiago Lachiguiri y otras poblaciones de la sierra, mujeres  indígenas, casi todas analfabetas, que se convirtieron en la servidumbre de Ixtepec.
Lo que más tarde se convirtió en el instituto era resultado de una negociación del consejo ciudadano entre los ganadores y los perdedores, pero el alcalde electo Gabino Guzmán Palomec desconoció el acuerdo al momento de tomar posesión. Ello origino protestas y una mayoría de mujeres tomaron el palacio municipal por una semana, como no había respuesta de las autoridades decidieron emprender una marcha a la ciudad de México, en Juchitán se unieron a ellas unas 200 personas, con otras demandas y cerraron la carretera durante dos días, fue entonces cuando el propio gobernador Ulises Ruiz ordenó al alcalde cumplir la promesa y dio instrucciones de crear el Instituto Municipal de las Mujeres.
Investigando en internet se enteró que el Instituto Nacional de las Mujeres ofrecía capacitación a otros institutos. El primer día, añade la entrevistada, nos explicaron el sistema sexo-género y ahí me expliqué lo que estaba pasando y lo que yo misma había pasado. De pronto mi vida, la de mis hermanas, la de mis amigas, la de mis vecinas, las señoras que habían trabajado en la casa ayudando a mi mamá y la vida de las mujeres que había visto en la campaña pasaron frente a mis ojos y me di cuenta que durante toda mi vida había sido víctima de discriminación.
Sostener el Instituto no fue tarea fácil. Recibió amenazas de muerte y hasta repartieron panfletos descalificándola con “cosas ruines y bajas”. Como directora, el cabildo le asignó un sueldo de tres mil pesos al mes y mil 500 pesos más a las otras colaboradoras que en total eran cinco. La tarea fue capacitarnos y posicionar el tema de género y violencia en el escenario político. Después intentaron cerrar el instituto y para que no pudieran creamos consejos ciudadanos sobre este tema y otros, uno de los mayores logros fue capacitar al presidente municipal y su cabildo, para que fueran invitamos a los medios “todos fueron porque todos querían salir en la foto”, dice sonriente.
Al final, después de siete foros, en los que habían participado casi 500 personas, se obtuvo una ageda de género, un análisis de cómo impactaba en las mujeres la forma en que se desarrolla la vida en cada uno de estos temas. Por estos foros, por ejemplo, supimos que de más de 800 comuneros solo seis eran mujeres, todos varones propietarios de 20 mil de tierra cultivable y otros diez de zona urbana.
En ese tiempo también se percató que el Instituto de la Mujer Oaxaqueña había producido una amplia bibliografía y descubrió fascinada a Estela Serret, Celia Amorós, Rosa Cobo, entre otras, teorizando sobre el tema de la violencia “y que había más mujeres luchando desde su trinchera por la misma causa, que se trataba de mujeres vigentes, mujeres vivas en la lucha y eso me resultaba muy alentador pues dejé de sentirme sola en el intento”. Después supo que en Oaxaca había grupos organizados de mujeres en la misma lucha.
Ese no tener regreso ha significado no sólo poner en riesgo su vida por las amenazas recibidas sino también por el desgaste que significa el trabajo con mujeres que de manera sistemáticas son violentadas, una constante en su vida y un compromiso, a veces con sueldo y otras sin pago económico alguno, porque sabe que de alguna manera las cosas tienen que cambiar y la violencia tendrá que desaparecer, pero se requiere mucho más que palabras y buena voluntad, plantea Nora Elizabeth García Cansino, feminista por conocimiento y experiencia.
Ella, reconoce en su madre y hermanas mayores su ejemplo y tenacidad, por las muchas batallas que en solitario enfrentaron contra la injusticia social y laboral, contra la corrupción, a veces renunciando a “privilegios”. Sin duda, concluye “esas mujeres en mi vida familiar han determinado de muchas maneras el camino que hoy recorro”.