miércoles, 5 de marzo de 2014

Literatura de autoría femenina (Primera Parte)


Literatura de autoría femenina
(Primera Parte)

Aurea CEJA ALBANÉS*
El objetivo de estas líneas es hacer una reflexión en torno a la escritura de autoría femenina y su impacto en las mujeres como lectoras, principalmente. La intención es visibilizar el sesgo de género histórico presente en la literatura, algo que se puede observar, de inicio, si el lector o lectora piensa en su libro favorito, luego en sus dos libros favoritos y en sus tres libros favoritos. Probablemente la mayoría de las y los lectores pensarán en libros escritos por varones, o la mayoría de los libros en que pensaron han sido escritos por ellos: como ejemplo, El principito, Rayuela, Cien años de soledad, La insoportable levedad del ser, Pedro Páramo –por nombrar algunos de los libros más populares y leídos–, tienen autoría masculina.
Esto no es una mera casualidad: a lo que llamo sesgo de género es una tendencia, en todos los campos del conocimiento, del arte y de la vida pública, a invisibilizar a las mujeres. Históricamente se les ha relegado, se les ha restado importancia o se ha negado que existen. Para empezar, las dificultades que han enfrentado para poder participar en espacios considerados tradicionalmente masculinos limita la producción de textos de mujeres; en segunda, muchas veces los temas que aborda la literatura femenina son considerados “temas de mujeres”, lo que resta relevancia a sus escritos, ya que lo tradicionalmente femenino, está devaluado socialmente. En tercera, estas mujeres han sido omitidas, a veces intencionalmente, de los espacios educativos y de difusión cultural y artística.
Dice Celia Amorós (Hacia una crítica de la razón patriarcal. 1991), filósofa y feminista española, que leer a las mujeres es un asunto de cultura general; las mujeres somos la mitad de la población mundial, y no saber qué piensan las mujeres, cuáles son sus ideas y sus letras, es ignorancia. Es igual a no saber qué dijo Aristóteles, dice ella, o qué escribió Miguel de Cervantes, agregamos nosotras.
Se podría pensar que hay solo unas cuantas mujeres escritoras, que apenas comienza a haber un impacto de las mujeres en la literatura, o que no existen y que por eso no las leemos. Lo real es que las mujeres han estado presentes en todos los campos de conocimiento desde hace siglos ensombrecidas por la cultura patriarcal.
Como ejemplos, en el campo de las matemáticas tenemos a Ada Lovelace en el siglo XIX, quien creó la primera máquina analítica a partir del código binario, antecedente directo de las computadoras. En la química, Marie Curie, ganadora de dos premios Nobel. En la psicología está Barbel Inhelder, compañera de Piaget, a quien no suele darse crédito por elaborar el estadio de operaciones formales en la teoría genética del desarrollo, o a Joan Mowat, quien escribió con Erik Erikson, su esposo, toda su teoría del desarrollo pero nunca recibió crédito como coautora.
En el caso de las artes también se encuentran muchos ejemplos: mujeres que se disfrazaban de varones, firmaban con nombres masculinos o entregaban sus obras a autores reconocidos para legitimar sus obras bajo la firma de ellos. A quienes “osaban” transgredir las normas, a menudo se les señalaba y reprimía, acusándoles de locas o inmorales.
Como muestra de lo anterior en la literatura, se puede mencionar a Sor Juana Inés de la Cruz, a George Sand y a Virginia Woolf. Sor Juana es considerada pionera en las letras en la Nueva España, con quien da inicio la intelectualidad latinoamericana; decidió tomar los hábitos y no casarse para poder dedicarse a las letras y el conocimiento. Fue fuertemente cuestionada por personas como el obispo Manuel Fernández de la Cruz por no dedicarse a los “deberes” religiosos.
George Sand se vistió de varón para poder acceder a espacios culturales que les estaban prohibidos a las mujeres y adoptó un nombre masculino (su nombre verdadero era Aurora Douphin o Aurora Doudevant). Fue también seriamente señalada en su tiempo no solo por su decisión de escribir, sino por sus decisiones amorosas, por separarse de su marido e involucrarse sentimentalmente con otros hombres.
Virginia Woolf, a comienzos de siglo XX enfrentó una serie de dificultades para ser comprendida como persona, como mujer y como escritora en su época, que la llevaron a la depresión, lo que hizo que terminara con su vida. Ella denuncia en sus libros la situación de las mujeres de la época y observa el hecho de que las mujeres no aparecen en la literatura como protagonistas, sino como objetos, definidas desde los varones, lo que las excluye del imaginario colectivo y hace que no se reconozcan en las letras. En sus palabras “algunas de las mejores obras de los mejores escritores vivientes caen en saco roto. Haga lo que haga, una mujer no puede encontrar en ellas esta fuente de vida eterna que los críticos le aseguran que está allí. No sólo celebran virtudes masculinas, imponen valores masculinos y describen el mundo de los hombres; la emoción, además, que impregna estos libros es incomprensible para una mujer”. ( Woolf, Virginia. Una habitación propia. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2008)
Esta falta de reconocimiento en la literatura de autoría masculina dificulta la posibilidad de que se piensen a sí mismas, algo que solo puede ser posible si cuentan con un espacio propio para hacerlo. Cuestiona también los privilegios de la clase alta al mismo tiempo que los de los varones, hablando de las dificultades de las mujeres pobres para pensar en algo que no sea el día a día de su condición.
Como estas tres autoras, podríamos añadir a la lista a muchas más, Christine de Pizan, Mary Shelley, Jane Austen, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Luisa May Alcott, las hermanas Brontë, las mujeres poetas negadas por la llamada Generación del 27 y la lista se engrosa con sólo pensar un poco.
En la actualidad, las transformaciones sociales –empujadas en gran medida por las mujeres, por el feminismo– han permitido que exista un gran número de escritoras provenientes de todo el mundo, pero el sesgo de género en la lectura prevalece, pues aún carecen de espacios para la difusión de sus obras y hay una serie de prejuicios y descalificaciones hacia las mismas.
·      Psicóloga social, educadora de la sexualidad, tallerista y docente universitaria.



Necesitamos ser inteligentes ante a los daños ambientales


Necesitamos ser inteligentes ante a los daños ambientales
* Las mujeres podemos aprender oficios masculinos y romper los roles de género

Soledad JARQUÍN EDGAR
Lidia Aguado Ascencio sostiene que la humanidad ha creado por siglos sistemas sanitarios que hoy por hoy pueden llevar al colapso a la naturaleza o incluso ya la están colapsando y advierte que “o inventamos algo realmente inteligente o estaremos perdidos como humanidad”.
Técnica capacitadora en tecnologías alternativas, nacida en Madrid, España, y nacionalizada mexicana hace algunos años, Lidia Aguado es alumna de una en una academia, acreditada por la Dirección General de Industria y Minas, y aprendiz de una de las primeras mujeres plomeras de su país natal, Susana Cintado.
Uno de sus sueños es instalar en Oaxaca una escuela donde las mujeres puedan aprender a ejecutar los trabajos u oficios que tradicionalmente son realizados por los hombres pero que no deberían ser una especie de “ciencia oculta” para las mujeres, por lo pronto y mientas llega el momento de cumplir su sueño realiza talleres para que las mujeres puedan aprender a realizar trabajos básicos de plomería.
Lidia Aguado sostiene que es eco-plomera, porque a través de este oficio se procura un empleo que le permite salir de la precariedad laboral; aplicar sus conocimientos en el ámbito de la sustentabilidad ambiental y las eco-tecnologías, y aplicarlo como docente en la formación de mujeres.
En ese sentido, ella que es feminista, apunta que los oficios tradicionalmente masculinos ahora desempeñados por mujeres son una herramienta para no reproducir los roles tradicionales que impuso la división sexual del trabajo, “le quitamos el misticismo a la plomería como oficio de los hombres”.
En ese sentido, es sorprendente observar todo el material didáctico que ha elaborado para sus talleres, a través de los cuales las mujeres aprenden y practican, en los cinco temas que ella sostiene ha calculado fríamente. Así que a donde la llamen para impartir un curso, ella lleva 80 kilos de herramientas y muestras, es como llevar el baño, la cocina, las maquetas del baño compostero, los grifos…algunos de estos elaborados con material reciclable, por ejemplo las cajas de agua de los sanitarios, se elaboran con bidones y ha elaborado otra de vidrio para explicar su funcionamiento
El primer tema de sus talleres son los relacionados con las técnicas de electricidad básica; seguido del gas, que permiten detectar y sellar fugas de gas, conectar la estufa y el boiler; luego viene el que llama de valvulería y grifería en general: flotador de cisternas, tinacos y wc, tarjas regaderas y grifos y finalmente los desagües, problemas por los que siempre llamamos al plomero y que provoca una enorme dependencia de otras personas.
Pero en todo el trabajo que desarrolla hay un tercer y muy importante elemento, que es armar un proyecto que requiere más que voluntad política, porque depende de la determinación y concienciación de las personas para desarrollarlo y es aplicar los conocimientos a la sustentabilidad.
Su principal preocupación es seguir desperdiciando agua en la eliminación de las heces y para ello tiene un dicho que resulta fundamental por feo que parezca a los buenos oídos: el baño seco compostero es la cagada del futuro.
Ecotecnologías dotan de autonomía
Y no sólo eso, afirma con vehemencia absoluta que las eco-tecnologías no sólo facilitarían la vida, sino que además nos dotan de autonomía, fortalecen la economía y la independencia.
Las palabras de Lidia Aguado parecen sacadas de un discurso, pero cuando explica sus dichos la realidad se asoma distinta.
“La crisis inició cuando no se a qué a quién se le ocurrió que la solución era echar agua limpia para eliminar las excretas y se creó el wáter closet y entre más apestaban las casas y palacios más alcurnia tenían”. Buscaban una solución porque la falta de higiene había colapsado la salud de cientos de personas que se vieron afectadas por enfermedades epidémicas que terminaron con sus vidas. Con el tiempo, dice, no fue la solución, hoy estamos viviendo en una naturaleza que ha sido colapsada, “aunado claro está a la producción de químicos que se vierten en ríos y mares producidos por la industria y el agro, pero nosotros con la producción de aguas negras domésticas también estamos abonando al deterioro”.
Lidia Aguado que casi escenifica las cosas cuando habla, se mueve de un lado a otro, un tanto desesperada, sostiene que no hay de otra en el futuro y que el futuro es ahora, por lo que asegura que la solución es emplear baños secos composteros. “No debemos temer a los malos olores que no existen mientras todo se haga correctamente no hay olores, debemos tener un miedo atroz a tirar tanta agua, la mitad del tinaco se nos va en empujar la caca”.
La eco-plomera sostiene que cuando se revuelven las excretas, la orina y el agua limpia es difícil de tratar, además las plantas de tratamiento son costosas tanto en su construcción como en su mantenimiento y apenas alcanzan a tratar una ínfima parte del agua residual que produce una localidad mediana.
Es muy común que las autoridades piensen en la construcción de los servicios para tratar los desechos, sean de basura sólida o líquidos, en tamaño macro, sin embargo, si queremos resolver el problema debemos empezar por sistemas micro de tratamiento de aguas negras y por reciclar dentro de nuestros hogares, porque “mezclar los desechos humanos con agua es la burrada más grande del mundo”.
Por ello propone insistente que los sanitarios secos son la solución del futuro y las heces pueden tratarse en estos sanitarios con materiales como la ceniza, la tierra con aserrín y cisco de carbón. Desechos que pueden ser convertidos en abonos para huertos mediante un proceso de composteo convencional pero de más largo plazo.
“No entiendo cómo hemos sido capaces de enviar máquinas a Marte y una sonda a Júpiter o inventar complejos sistemas de comunicación como los celulares, pero nos es imposible un método menos depredador, más lógico, útil, inteligente para tratar nuestra heces”.
Aguado Asensio también cuestiona cómo tener un wc operado con un sistema de agua es para los gobiernos un indicador de desarrollo, sin considerar que este sistema está alterando en serio nuestro medio ambiente. “Nos concebimos como controladores de la naturaleza, cuando somos un granito de arena o éramos porque ahora somos una plaga de este ecosistema tan frágil que es el planeta y nos lo estamos fregando”.
Sistemas político económicos son depredadores
Considera que los sistemas político-económicos son depredadores, dice, olvidamos que somos el eslabón más de la frágil del ecosistema, a pesar de ello actuamos de esa manera.
“Con el capitalismo se ha agravado esta situación porque pretende obtener la mayor rentabilidad con menor costo, nos está vendiendo basura, todo sale de las fábricas con una vida útil programada,  de ahí que el capitalismo sea absolutamente incompatible con una lógica de sustentabilidad”.
Frente a esa condición social de poca conciencia sobre el ecosistema, Lidia Aguado Asensio apunta que tomar las decisiones para evitar castigar al medio ambiente son particulares, ella empieza en su casa y lo pone en práctica en su vida diaria.
Desde hace casi 15 años ha tratado de poner en práctica estos conocimientos, ahora en una casa en la ciudad de Oaxaca y también lo hizo cuando vivía en municipios conurbados a la capital oaxaqueña, para lo cual ha contado con la colaboración de algunas asociaciones.
Así construye composteras que le permiten reciclar desechos orgánicos, pero también cuenta con sistemas de reciclado de residuos inorgánicos que coloca en botellas de pet los cuales retacada con desechos como bolsas de plástico, residuos de tretrapac, envolturas de pastillas y otros, esas botellas se convierten en eco-tabiques.
También instala sistemas para cosechar aguas pluviales, tiene un boiler solar hecho con mangueras y una mini-planta de tratamiento de aguas grises. Si la casa fuera propia, añade, ya hubiera construido un baño seco compostero.
En suma, estas actividades y el reciclado de productos derivados de papel y cartón, vidrio y piezas de plástico grande, provocan que pueda reducir la basura.
Esta nieta de campesinos e hija de obreros, sostiene que si en cada casa las familias hicieran estas actividades o parte de ellas, los problemas que hoy han provocado daños al medio ambiente y desastres ambientales no estarían sucediendo, por eso llama a actuar, a asumir con conciencia una nueva posición frente a la naturaleza y en general frente a la vida del planeta.
Afirma que es difícil cambiar, porque vivimos en una “mercadocracia”, es decir, somos una sociedad de consumo que nos hace dependientes de rubros primarios para la cotidianeidad y respondemos a un sistema de negocios que pueden solucionar nuestras necesidades a pesar del daño ecológico que provocan.
Esta acción se conoce como permacultura, añade Lidia Aguado, término que define en una sola palabra a este sistema integral de diseño de la vida y la vivienda,  la filosofía socio-política, cuestionadora y propositiva, y el concepto y modo de vida que promulga, un posicionamiento político convertido en acción cotidiana: lo privado es político.
Finalmente, sostiene que es preciso tener en cuenta que aplicar las tecnologías alternativas no es ni más rápido, ni más barato ni más fácil, que pueden ser aplicados en las viviendas de todas las personas independientemente de su nivel socioeconómico y no sólo como se piensa entre grupos marginados e insistió en que “la autonomía y la soberanía se construyen, se cuidan y se mantienen, requieren de responsabilidad y esfuerzo, pues de otro modo no son posibles, no se trata de recetas mágicas”.

Si usted quiere conocer más de los proyectos que realiza Lidia Aguado puede contactarla en su correo electrónico: mundomujer2012@gmail.com

¿Yo feminista? Leticia Briseño Maas



¿Yo feminista?
Leticia Briseño Maas
Identificar la opresión y la dominación para erradicar la desigualdad

Soledad JARQUÍN EDGAR
Leticia Briseño Maas es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) y es feminista porque identifica las formas de opresión e intenta luchar contra ellas desde su espacio cotidiano y desde el espacio universitario.
Entender que era feminista le llevó varios años. Lo descubre a partir de su vida cotidiana y también desde su quehacer como académica, cuando entiende por qué se generaban las diferencias entre hombres y mujeres, y los por qué de la dominación y la opresión; se los explica a través de los estudios de género y  en el momento que se topó con su propia historia y la historia de su madre.
Como mujer ve la necesidad de defender sus derechos y de pelear por ellos, de revertir la opresión en ella y entre quienes están cerca de ella; como madre -porque ser madre no es una condición que se contraponga con el feminismo, dice-, cuando se descubre reproduciendo los roles de género, su “costal” de enseñanzas aprendidas desde la infancia.
Nació en el corazón del Distrito Federal, hasta donde su padre
José Asunción Briseño y su madre Dionisia Maas habían emigrado en busca de mejores oportunidades.
Su madre, se empleaba en una fábrica de sombreros para señoras propiedad de un tío, su padre en una fábrica que comercializaba cortinas y persianas, mientras ella, la única hija mujer entre varios hermanos, debía asumir las tareas de la casa por el hecho de ser la mujer.
Explica que había sido educada para ser obediente, portarse bien siempre, estar bien peinada,  a no llevar la falda por arriba de la rodilla, debía estar siempre bonita, y de manera reiterada se le recomendaba “conservar” el valor de su ser mujer: la virginidad y la pureza.
Pero servir a los hermanos mientras su madre trabajaba, tareas que realizaba cuando niña-adolescente con reticencias, eran para ella opresivas. No entendía por qué tenía que servir a los demás si como ella también tenían “piernas y brazos”, y porque tenía que hacerlo aún cuando estaba cansada.
Pero hay otro mundo detrás de la puerta de su casa, un mundo que a Leticia Briseño se le reveló a través de los libros que un día su hermano mayor llevó en cajas hasta su casa y que leía escondida entre vestidos para novias y quinceañeras que también vendían sus parientes maternos. Primero eran novelas “rosas”, luego vinieron otros más complicados que hablaban sobre marxismo, adolescencia que se vio impregnada también por las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, la trova, que sus hermanos estudiantes normalistas llevaban a la casa.
Desde María de José Isaac, a otras lecturas de Virginia Woolf, Johann Wolfgang von Goethe y Carlos Marx, y más tarde, en la preparatoria, un libro que la marcó: La Genealogía de la Moral. Estos textos hicieron de ella una mujer distinta a pesar de lo que la educación tradicional le había programado. En cambio surgió una mujer analítica, crítica permanente, capaz de romper la tradición familiar porque a diferencia de sus primas ella sí estudió una carrera universitaria, aún cuando la escuela estuviera lejos de casa y pese a que los patriarcas, sus tíos, vieran con desconfianza su osadía y pidieran a su madre que no lo permitiera.
Tatuada por las letras, explica ella, tiene de manera permanente la idea de despegarse de la familia y hacer su propia historia. No lo dice, pero está en su historia: dos veces el destino le cambió el rumbo. La primera cuando se baja del camión ya de regreso a casa para cambiar su ficha de inscripción a la UAM, para estudiar la licenciatura en Ciencias de la Comunicación y no Administración de Empresas donde inicialmente había tenido que inscribirse, pues administración era una carrera más conveniente para el negocio que habían emprendido sus padres  y años después cuando solicita ingresar a la Maestría en Pedagogía en la FES Aragón de la UNAM, pero la entrevistadora considera que por su tema debe ser ubicada en el área de Diversidad Cultural y Género y no en Tecnologías Educativas como había pedido.
El principio mágico
No habla maya pero lo entiende, sus padres emigraron a la capital mexicana y llevaron con ellos sus costumbres, su pasado. Desde niña escuchó leyendas y cuentos, las tradiciones mayas, su misticismo. Por eso cuando terminó la carrera decidió hacer su tesis basada en un estudio de los mitos mayas y la cotidianidad de algunos pueblos, trabajo que realizó junto con dos compañeras de la Universidad.

Premio Nacional de la Juventud en 2009 y Premio Estatal de Ciencia y Tecnología en 2013, Briseño Maas dice que para entonces su madre era ya una mujer económicamente independiente. Obligados por el terremoto de 1985, la familia Briseño Maas deja el edificio de la calle de República de Chile que compartían con otros parientes maternos y se trasladan a una colonia en la ciudad de México y es ahí donde doña Dionisia decide instalar su “pequeña fábrica” de vestidos de novia. La independencia económica de su madre se empieza a prolongar hacia su hija, de ahí que no tuvo objeción para que Leticia pudiera viajar a Mérida a realizar la investigación de campo lejos de la vigilancia familiar. En el fondo cree que su mamá quería que ella tuviera otro destino.
Viajó a Mérida para encontrarse con los Aluxes y la Ix´Tabay, los primeros duendes guardianes de la selva maya y la segunda una especie de Matlacihua o Llorona.
En realidad, Leticia Briseño había crecido con ellos a través de las historias y en la universidad volvió a encontrar con ellas. Su maestro en la UAM Xochimilco, José Antonio Paoli Bolio, también de origen yucateco, leía cuentos en maya y Leticia tenía que traducirlos a sus compañeros.
Por un lado era su encuentro real con el mundo mágico y por el otro con la historia de su madre quien como ella, era la única mujer de su familia y por tanto era quien hacía las labores de servir la comida, lavar la ropa y alisarla con pesadas planchas calentadas con carbón. Un día Dionisia decidió fugarse con José Asunción, padre de Leticia. Para ser perdonada por su padre, Dionisia fue azotada junto al pozo (una puerta al inframundo según las creencias mayas) con un reata mojada, nadie pudo intervenir, menos la madre de Dionisia porque las mujeres no tenían ni voz ni voto. Esa historia se vuelve una de sus preocupaciones de vida.
Recorren el camino blanco de entrada a la selva de ceibas, espacio habitado por la Ix´Tabay quien se lleva a los hombres, los pierde, los maltrata y ellos ya no pueden regresar porque no encuentran el camino.
Este primer trabajo investigación habla de esas historia, de los mitos que al final se conectan con la morada de los dioses, con los elementos del inframundo y con la sexualidad, que para el mundo cristiano era pecaminoso y sucio, pero que entre algunos pueblos mayas tenía otras concepciones, por ejemplo sobre el tonalli y su relación con la sexualidad.
“Dentro de las creencias mayas, una de las entidades que regía el destino, la vida y la sexualidad de los individuos era el tonalli, entidad que se introducía en el niño o la niña por medio de un ritual y quedaba alojado en el cuerpo durante el resto de su vida. Entre las causas de ausencia del tonalli están la ebriedad, la enfermedad, el sueño y el coito. Se creía que durante el coito los tonalli de los amantes  se abrazaban y volaban juntos y  para que pudieran regresar con seguridad al cuerpo -tanto del hombre como de la mujer- tenían que llegar al orgasmo; ya que sólo así podría restablecerse el equilibrio anterior permitiendo el retorno pacífico del tonalli al cuerpo. El orgasmo para los mayas, contrario a lo que creemos o lo que nos han hecho creer de forma natural en el mundo cristiano occidental, era un regalo de los dioses a los hombres y mujeres ante tanto dolor y sufrimiento en la tierra”

A través de este trabajo Leticia y sus compañeras concluyen que los mitos siempre aterrizan en las prácticas de vida  y que generalmente lo hacen condicionando la experiencia de las mujeres.
Oaxaca, el lugar para vivir
No tenía planeado vivir en Oaxaca, una casualidad la trajo y se quedó a vivir, formó una familia. Trabajó primero impartiendo clases de fotografía y más tarde en el Departamento de Capacitación y Difusión de COESIDA con la doctora Gabriela Velásquez Rosas, donde realizó la imagen institucional y los programas de capacitación; por cuestiones familiares tuvo que renunciar, pues su hijo pequeño delicado de salud demandaba su atención. Dejó COESIDA pero siguió impartiendo clases en el Instituto de Ciencias de la Educación de la UABJO, donde actualmente es maestra investigadora de tiempo completo.
Es en el COESIDA donde se encuentra con los conceptos básicos de género, que relaciona con la realidad cuando es impactada por las historia de vida de los y las pacientes, en específico de una niña de nueve años que había sido víctima de la violencia sexual y que a raíz de esa experiencia estaba contagiada de VIH, “me preguntaba quién era esa niña, por su sufrimiento y su historia”.
Esa experiencia la lleva plantear que se necesitaba una propuesta pedagógica para prevenir el VIH entre las y los jóvenes, propuesta que finalmente fue su trabajo de Maestría en Pedagogía, tesis por la que obtiene en 2009 el Premio Nacional de la Juventud.
Pero esto que se dice rápido y fácil, tiene una historia de esfuerzo para Leticia Briceño Maas, quien debe combinar el ser madre de dos pequeños con el estudio. Finalmente de acuerdo con su pareja quien ya había terminado su tesis de doctorado, decide que ahora le toca a ella y se entrega durante meses a la tarea de terminar la tesis, el último tramo de una etapa que aunque la llena de satisfacción personal le deja un sentimiento de culpa “como parte del costal de cosas que había aprendido desde la infancia y que le decían cómo debía ser una buena madre”.
Los buenos frutos de su trabajo, propician que reciba una recomendación para estudiar un doctorado en Pedagogía también en la UNAM y que desarrolló –otra vez- en medio de agotadoras jornadas de trabajo académico, investigación de campo y viajes permanentes a la ciudad de México. Ya para entonces tenía en casa a una chica y un chico que entraban a la adolescencia y que le demandaban atención. A pesar de los sentimientos encontrados, ella sabía que también era su derecho alcanzar el doctorado en Pedagogía.
¿Yo feminista?
A esas alturas, dice, se preguntaba si era feminista. Tenía trabajo académico, se había involucrado con las organizaciones no gubernamentales que trabajaban desde la perspectiva de género, tenía todo un bagaje de lecturas sobre la condición social de las mujeres, revisaba a pie juntillas la historia de los movimientos de las mujeres y comprendía que era feminista porque defendía sus derechos y se revelaba antes las desigualdades.
Hoy, cuenta con orgullo, mi hija es feminista, lo dice desde que era chiquita, creció escuchando sobre teoría de género y los discursos sobre derechos humanos de las mujeres.
“Tiene su propia idea de su ser mujer, a mi me costó trabajo porque yo venía impregnada por una cultura tradicional, crecí con una información, que se introyecta, que está sedimentada en la cultura tradicional, que aprendí desde niña y que me ha resultado difícil erradicar”.
“La cultura de la igualdad te lleva a apropiarte de tus derechos, sabes que es correcta, porque transforma la vida, pero que choca por lo que aprendiste en la infancia que te dice no, no, las cosas deben ser de esa manera...Porque reconoces la opresión y dices la teoría es muy bonita, pero cuando lavas trastes, atiendes a los niños y tienes un libro a lado… y dices la teoría es padre pero la realidad que vivo es distinta y en ocasiones sabes cómo resolver ese conflicto pero en otras no, señala seria.
A pesar de todo, opina que es fundamental seguir adelante y asegura que seguirá aprendiendo, porque es un proceso que no terminará aún cuando sea viejita, y plantea que como maestra está consciente que el futuro se construye ahora”.
Actualmente, Leticia Briceño, la primera mujer en ocupar la Secretaría Académica en la UABJO, se encuentra trabajando con grupos de mujeres indígenas, dentro y fuera de la institución, y lo que observa, dice, es que éstas mujeres no están esperando dádivas, no están esperando los programas asistenciales, intentan buscar mejores oportunidades para transformar su vida y la de sus familias.
Tenemos que trabajar por reconocer que todas las personas tenemos derechos y que esos derechos no se aplican igual para mujeres y hombres, que hay mujeres en mayor vulnerabilidad, como las indígenas con necesidades específicas, “no se trata de apoyar a una mujer indígena porque un programa asistencial de corto alcance así lo quiere, sino apoyar a una mujer indígena porque de esa manera se le puede retribuir en ella, en su familia, en sus comunidades”.
Necesitamos trabajar desde lo que ellas saben que necesitan, son feminismos que se construyen de diferente manera y que van a impactar de forma positiva a las mujeres.
Leticia Briceño Maas plantea que las mujeres trabajan desde distintos ámbitos para conseguir mejores condiciones de vida. Unas en la academia, otras en las organizaciones no gubernamentales y otras en las instituciones de gobierno, son diferentes parcelas de trabajo, pero advierte que hacer esa división y perder de vista el conjunto puede resultar peligroso.
Por ello, la también ex coordinadora del Programa de Interdisciplinario de Estudios de Equidad y Género en la UABJO que más tarde se convirtió en dirección, sostiene que es necesario no hacer esas divisiones, al final todas trabajamos por lo mismo.
La integrante del Sistema Nacional de Investigadores, trabaja actualmente en los detalles finales de un nuevo libro sobre jóvenes y sexualidad, producto de la tesis de doctorado, sostiene que muchas veces pensamos que una sola persona puede realizar los cambios que la sociedad requiere, pero la sociedad necesita de una cultura política que le permita ser un contrapeso real de los gobiernos y mientras eso no ocurra seguiremos teniendo figuras opresivas, patriarcales.
La historia de Leticia es la de muchas mujeres que crecen en familias en donde se inculcan valores tradicionales, pero ¿en dónde está la resistencia para pensar las cosas de manera diferente? ¿en dónde está posibilidad para interrumpir el ciclo y emprender una vida distinta? ¿en dónde está el punto para decidir ser feminista?