miércoles, 23 de abril de 2014

¿Yo feminista? Martha Aparicio Rojas Necesitamos pertenecer, conciliar y trabajar por las mujeres



¿Yo feminista?
Martha Aparicio Rojas
Necesitamos pertenecer, conciliar y trabajar por las mujeres

Soledad JARQUÍN EDGAR
Martha Aparicio Rojas se pertenece, pero también cree en la pertenencia dentro de una colectividad, en el trabajo en grupo y ve a través de su vida lo qué ha pasado con el feminismo al que llegó hace más de 25 años y como buena visionaria señala qué falta por hacer.
Su carácter dulce, afable, amoroso, conciliador y siempre ecuánime podría confundir a cualquiera, porque en ella también habita una mujer fuerte que ha entendido la vida en su ida y vuelta, aunque las explicaciones no siempre le parezcan buenas; una mujer que sostiene sus dichos pero no los impone, busca encontrar puntos de coincidencia, objetivos comunes y entiende que esa es la medida para avanzar en los muchos retos que hoy contempla el feminismo y las organizaciones civiles que trabajan por los derechos humanos de las mujeres.
Hoy, acepta: las circunstancias nos han rebasado, expresa.  Se refiere a las cientos de mujeres víctimas del feminicidio y también a la trata de personas cuyos datos, dice, le provocan escalofríos, “ante tanta claridad y tanto cinismo”.
Nació en marzo a finales de los años sesenta en la ciudad de Oaxaca, creció en una familia grande compuesta por su abuela Catita (Macatita), su madre y su padre, dos hermanas y un hermano, una tía y sus tres hijas…
Su padre mixteco, Pedro Aparicio Arellanes fue maestro y hombre de izquierda; quien junto con su madre Elizabeth Rojas Miguel, le infundieron el amor a la libertad para expresar sus opiniones, y en el feminismo encontró las herramientas para cuestionar una de sus pasiones: las leyes mexicanas, que siendo estudiante de Derecho en la UABJO, le ganó varias discusiones con sus maestros.
La mayor de la familia, Martha Aparicio Rojas tiene pronto un sentido sobre su existencia “me tocan las ligas mayores”, lo que significa abrir camino y tomar decisiones, pero tenía lo más importante: la libertad de hacer lo que más le gustaba y eso le acarreó la crítica de su abuela quien le decía que parecía “chiva campanera”…al principio me ofendía pero después me di cuenta que me gustaba ser la chiva campanera.
Desde la preparatoria desarrolla otra de sus pasiones: el teatro, a través de los grupos Busca Tablas y Gandarillas; hacían teatro infantil, lo que más tarde la llevaría a caminar por la radio en el programa infantil La Nave en qué Viajamos, donde interpretaba a Yaya, a Ceci y a Mechita…se compromete aunque nadie le pagara por su trabajo y por lo que su mamá le decía “eres la única mujer que paga por trabajar”, cuando ella le pedía dinero para sus traslados. El teatro, lúdico, creativo y confortante, le daban el equilibrio que necesitaba en aquellos años de juventud y al mismo tiempo podía mirar los problemas sociales, que complementaba con sus estudios de Derecho.
Al concluir la escuela, Martha Aparicio se incorpora a un despacho de Tomás Hernández, siempre al lado de su inseparable compañero y amigo Omar Salazar Herrera, quien años más tarde sería su pareja. Pero tiene un  problema, no podía cobrar por los servicios que prestaba litigando, menos si eran mujeres.
La historia de su huesito y ella
Martha Aparicio revive su historia de amor con Omar Salazar a quien conoció a través del grupo de teatro, aunque eran compañeros en la Facultad de Derecho. Fue después de años que Omar cortejó a Martha durante largo tiempo, hasta que un día le dijo que era la última vez que le pediría salir. La cita fue en Santo Domingo de Guzmán, ahí Omar le robó un beso “porque los besos no se piden”, le dijo, ella asegura que su cuerpo respondió bien y así empezó su historia de amor “con mi huesito”. Un año y medio después decidieron vivir juntos, pero por congruencia se casarían por lo civil. La pedida de mano fue como se acostumbra en la Costa, “muy bonita”, y ahí les dijimos que nos casaríamos sólo por las leyes civiles, todos estaban de acuerdo, pero mi Macatita, dijo no.
“Mi Omar muy sabio, decía yo quiero estar contigo y me puedo casar por la iglesia”, así que le dimos el gusto. “Fue algo muy sencillito, ya sabes como son en Oaxaca las bodas sencillas” y en la iglesia de Consolación Martha se entera que “su” Omar se llamaba en la iglesia Ariel, lo que nunca fue problema.
A partir de entonces, Martha y Omar comparten la vida y todo lo que ello implica: sus aficiones, sus emociones, sus deseos, sus compromisos personales y los colectivos, caminan como dicen, hacia un mismo horizonte…con el tiempo tendrán una hija y más tarde un niño…¿cómo voy a educar a este niño? Se preguntaba Martha, y Omar tranquilo le respondió: con perspectiva de género mi amor…y así lo hicieron.
La Casa de la Mujer
A través de Catalina Aquino, una de las fundadoras del Grupo de Estudios de la Mujer “Rosario Castellanos”, Martha Aparicio recibe la noticia que estaban solicitando una abogada en la Casa de la Mujer. Ella no acude porque dice que estaba a gusto en el despacho. Por segunda vez, le envían un mensaje y después de pensarlo acude solo para ver de qué se trataba, porque nunca en la vida había solicitado trabajo. La entrevista es realizada por la psicóloga Beatriz Casas, otra de las fundadoras del “Rosario Castellanos”, pero en realidad explica se convirtió en una entrevista atípica porque la entrevistadora salió entrevistada, pues Martha Aparicio quería saber qué hacían, cómo lo hacían y por qué.
Indica que la atraparon cuando le dijeron que estaba “estrictamente prohibido cobrar y pedir dinero a las mujeres y yo dije fabuloso”. No le importaba, al final ella no sabía cobrar ni tampoco le parecía importante recibir una paga por su trabajo legal con las mujeres.
Seis meses después, convencida de lo que estaba haciendo, Martha Aparicio decide dejar su despacho en la calle de Valdivieso y se incorpora de lleno a la Casa de la Mujer, donde además se encuentra con una biblioteca de la que se vuelve asidua lectora y asiste a las pláticas que desde hace más de dos décadas La Casa de la Mujer imparte cada miércoles, así se encuentra con todos los temas que tienen que ver con las mujeres.
También conoce a las feministas como Guadalupe Musalem, Margarita Dalton, Ximena Avellaneda, Mary Olguín, Catalina Aquino, Julia Barco y Vilma Barahona, entre otras. Fue ese camino el que la lleva a leer y después a conocer a las abogadas feministas como Alda Facio, Martha Torres Falcón y Martha Figueroa, entre otras muchas.
En la Casa de la Mujer “Rosario Castellanos”, ubicada entonces en la calle de Constitución, Martha Aparicio hace carrera: empezó dando tequio, luego es colaboradora interna, es asocia al grupo, funge en algún tiempo como presidenta…¿cuál es la fórmula? Su constancia, su entrega al trabajo, pero sobre todo que ella cree en el grupo.
Si en un principio se da cuenta que el feminismo la aborda desde la intuición y lo cotidiano, ahí encuentra la transformación teórica-conceptual que le dan sustento a sus cuestionamientos.
Beijing 1995 y el continuo
Sobre los hombros de unas cuantas organizaciones –Casa de la Mujer, el Centro de Estudios de la Mujer y la Familia, el Grupo de Apoyo a la Educación de la Mujer y el Grupo 8 de Marzo- recaé la responsabilidad de organizar foros, encuentros, talleres, pláticas con miras a la IV Conferencia Internacional de la Mujer, Beijing 1995. Ello requiere construir agenda y hacer un diagnóstico de la condición de las oaxaqueñas.
Tiempos coyunturales que provocan trabajo articulado, incluso con organizaciones compuestas por mujeres y hombres…y mientras lo recuerda surgen otros nombres como el de Flor Cervantes, Guadalupe Carmona, Pilar Monterrubio, Maru Mata, Martha Castañeda, Martha Lilia Calleros, Cristina Galante, Angélica Ayala…Los esfuerzos previos como la Asamblea Estatal de Mujeres, la emergente como el Foro de Organizaciones Civiles de Oaxaca, el Movimiento Amplio de Mujeres y más tarde el Huaxyacac.
Tiempos donde se observa organizando las primeras marchas contra la violencia de género, tomando las calles y haciendo mil cosas para visibilizar el problema; en alianza con las comunicadoras abriendo esta corriente de pensamiento, “fue una gran etapa donde nos tocó hacer y lo hicimos, ahora habrá otras nuevas”.
La conversación periodística con Martha Aparicio está llena de alegría, los recuerdos le refrescan el alma y su actitud se contagia. Su crítica es suave pero certera cuando afirma que Beijing es una movilización mundial de coyuntura, “había interés, recursos, era el momento para abrir boca y la abrimos, luego vino el proceso local, surgimiento de liderazgo…pero algo permanece: la constancia de las feministas locales, con sus altibajos, unas a la cabeza y en otros momentos otras, pero con lógica de temáticas, tenemos un continuo y eso mínimo debemos reconocerlo porque a las mujeres nos ha costado mucho”.
¿Qué pasó después? Se pregunta y responde que cuando las fuerzas y los equilibrios se trastocan, hay el beneficio de unas cuantas más que otras y eso se cuestiona, divide, ahí dejamos de ver el interés común que somos las mujeres. Sin embargo, insiste hay una enorme riqueza en la variedad de pensamientos y formas de actuar y llegar a ese punto es un proceso que nos falla: tenemos que construir el acuerdo, el consenso, sin dejar de ver el objetivo: las mujeres, la muerte materna…y ahí íbamos caminando, unas mediando, otras tomando acciones como encadenarse, ponerse en huelgas de hambre, cada una como podía pero sin perder la finalidad.
Hoy, Martha Aparicio sostiene que han surgido nuevos liderazgos, también organizaciones creadas por las ex directoras del IMO como es el caso de Norma Reyes y Estela Fraginals, interesantes pero que no acaba de entender, confiesa; también están las organizaciones de siempre como la Casa de la Mujer y las creadas por mujeres jóvenes como Nueve Lunes y las Ixmucanes, entre otras muchas.
Pertenencias y lealtades
El problema, desde “donde observa Martha” es que hoy los grupos tienen pertenencias y lealtades. Las de un grupo y otro, las que están con una funcionaria y las que no están con ella, pero eso nos hace perder frente a un problema como el feminicidio. Eso es grave porque perdemos de vista lo más importante, la construcción de la colectividad, dice  preocupada.
Explica que durante algún tiempo le molestaba que las organizaciones feministas se reunían para atender “temas coyunturales y emergentes”. Otras compañeras me decían: Martha así es y eso es valioso, al menos reaccionan. Eso pasa claramente en Oaxaca, el problema es que luego todo se diluye.
En ese sentido, sostiene que la realidad nos ha rebasado socialmente cuando se refiere a los feminicidios y la trata de mujeres de las que se habla “con tanta claridad y con tanto cinismo…” y aunque hoy podamos articularnos todavía no alcanza, necesitamos fuerza, dedicarnos, responsabilizarnos en colectividad, solo así.
“Como decía Patricia Mercado, las mujeres no ostentamos ni el poder político ni el poder económico ni el poder de las armas, entonces nos queda el poder de las leyes, las leyes se transforman, como el poder de las sin poder y creo que ahí hemos avanzado, hay un marco jurídico que nos avala y nos respalda, pero tenemos que trabajar para que eso se vuelva real”.
El pasado nos alcanza
Abogada y feminista, Martha Aparicio afirma que mientras a Gabino Cué se le ha desdibujado su política de género, en otros tiempos las cosas funcionaron y señala el caso de Clara Scherer, ex presidenta del DIF en el sexenio 92-98. Ella tenía poder e interés, se reformaron muchas cosas. El DIF cambió, la Procuraduría del DIF empieza hacer divorcios, atiende violencia familiar y se crea la Agencia Especializada en Delitos Sexuales, y si faltaba algo, ella alzaba el teléfono y lo resolvía… Yo decía si hubiera más mujeres como ella, con poder y con claridad, las cosas serían distintas.
Sin embargo, durante el siguiente sexenio, las cosas cambian y son condicionadas a actuar de una determinada manera en el gobierno de José Murat. Pero Martha Aparicio “abre la boca” y tras una reunión en el DIF estatal asegura a la prensa que volvieron las políticas asistencialistas y conservadoras “y me atreví a decir que eran del Opus Dei…”. En consecuencia ella y el grupo de la Casa de la Mujer fueron hostigadas y amenazadas. La organización tuvo que retractarse. Al tiempo ella dice que en realidad estaba en lo correcto solo que se había equivocado de organización no eran del Opus Dei sino Legionarios de Cristo.
En ese sentido y tras esa y otras experiencias, Martha Aparicio sostiene que le queda claro que las esposas de los gobernantes son mujeres cercanas al poder pero en la mayoría de los casos sin poder real y en el peor de los casos sin visión. Eso marca la diferencia para el resto de las mujeres, absolutamente. Un asunto de conciencia para ellas, ahí está la primera dama del país –Angélica Rivera- regalando maquillaje a las chiapanecas ¿cómo para qué?
El cansancio de Martha
Martha Aparicio Rojas alguna vez se cansó, tras casi 20 años de tratar temas de violencia de género, su cuerpo le demanda detenerse. Un día ya no pudo levantarse más estaba deprimida, sufría el síndrome de Burnout y vivió con retraso el duelo por la pérdida de su padre, de su madre y de su abuela. Se refugiaba en el trabajo, así pasaba ese dolor, pero un día el trabajo no fue más su refugio.
Se cuestiona todo, se pierde de todo durante años, no pide ayuda porque “se pelea” –dice- con el mundo exterior, sus amigas y compañeras de trabajo, su pareja…“me fui al inframundo”. A pesar de todo, su compañía en aquellos difíciles años fue Omar, su pareja. Un día Omar la abraza y le dice “dime que hago para que te sientas mejor”. Fue el abrazo más doloroso de su vida, porque entiende que resolver sus problemas no dependía de nadie sino de ella misma, se sabe sola en este camino ascendente  y complejo.
El problema, asegura, es que muchas veces me creía una chica súper poderosa, infalible, leal a la organización…lo que entendió cuando salió del inframundo y fue invitada para asesorar y acompañar a las mujeres del refugio municipal, pero solo duró una semana, no tenía fuerzas aún para enfrentar el dolor de las otras, que la confrontaban porque había decidido cambiar su vida. Ese trabajo, a pesar del corto plazo, la reconcilio con ella misma.
Esa fue la primera vez que renunció a algo, porque siempre decía puedo con esto y lo otro, aunque me muera en la raya, yo cumplo, pero tomar la decisión de dejar ese trabajo fue revelador y de paz, porque al final sigo siendo yo nada pasa si dejo de hacer algo.
Antes, Leticia Briseño Maas la “rescata” y le ofrece que coordine el primer diplomado en género y multiculturalidad  que realizaba el PIEG de la UABJO y donde se descubre “invitada” pero ella lo que quería era pertenecer, de ahí que debe salir.
Después de ese episodio se puede mirar más humana, se acepta vulnerable, porque lo aprendió cuando por ser la mayor en su casa la llamaron para jugar en las grandes ligas, una parte interesante pero al mismo tiempo la lleva a dejar su lugar.
Así “ese viaje” le permite superar de mejor manera la pérdida de Omar. “Ahora que murió Omar sé que puedo ir a cualquier lado, no me voy a perder. Me siento más en el equilibrio, tengo claros los ejes que me sostienen y que es creer en la justicia, en las mujeres, en la colectividad.
Además, dice, su pérdida también le permite darse cuenta de muchas cosas. Una de ellas entender a las mujeres que en el refugio (a donde volvió para trabajar en los proyectos en el trienio pasado) no sabían cómo enfrentar solas el futuro y yo les decía “no están solas, se tienen a ustedes mismas”. Luego sonríe y dice: “Uno de estos días en que lloraba, dije sí claro es muy fácil decirlo”.
Frente a ello, Martha Aparicio se cuestiona el amor romántico y lo que la militancia feminista te enseña de la independencia y el empoderamiento, “pero perdón yo sí necesito a mi compañero, lo extraño, lo quiero…también pienso en cómo las mujeres salen adelante solas, como mi abuela que enviudó muy joven, que sacó adelante a sus hijos, lavando ropa sin tener que vender su tierra y veo la red de apoyo que tengo en la familia de Omar, en la mía, en mis amigos y en mis amigas, porque el inframundo me enseñó a pedir y a recibir”.
Actualmente, Martha Aparicio analiza sus posibilidades laborales y se incorpora al mundo “sin Omar”. Colaborara con la Casa de la Mujer, su otra casa; con Josefina Aranda en un proyecto…”que no se los ofrecieron a la pobre de Martha sino en reconocimiento a lo que sé, porque de otra manera mis amigas hubieran hecho una colecta y ya”.
Martha Aparicio de sonrisa amplia, sencilla, elocuente, locuaz, mujer buganvilia, mujer pasión por el feminismo, mujer justicia, mujer que cree en las mujeres y sus luchas, mujer de grupo, mujer que ilumina con su experiencia…así es Martha Aparicio, la feminista.