jueves, 31 de julio de 2014

Palabra de Antígona Las Patronas


Palabra de Antígona
Las Patronas

Por Sara Lovera
El 29 de julio el diario, La Opinión de Los Ángeles difundió un aturdidor video sobre la actividad de un grupo de mujeres que a instancias de doña Leonila Romero, hoy llamada la Abuela, se organizaron hace 19 años para dar un poco de lo que tenían en sus familias a migrantes que transitan por México subidos en “La Bestia”.

Lo vi de casualidad navegando en internet. Me escalofrió, como hace dos décadas, la labor que por humanidad realizan Las Patronas, un núcleo de mujeres que con su práctica adquirieron conciencia y responsabilidad ciudadana. Sin altisonancias ni gastados discursos.

El breve pero sustancioso relato de Norma Romero  describe perfectamente el problema: “primero nos conmovió que los muchachos que venían en La Bestia, tenían hambre”. Hoy “sabemos que es un asunto profundo: la búsqueda de trabajo, al que toda persona tiene derecho”, y explica como fue su proceso individual, pasando  de dar sin recibir nada a cambio a comprender que el drama de estos jóvenes, es hoy el drama de familias completas que huyen de miserables condiciones de vida.

Con orgullo y claridad explicó:  hoy no somos estas hermanas preocupadas por preparar unos “lonchecitos” de arroz, un poco de tortillas y frijoles, sino 64 refugios en todo el país, para mitigar momentáneamente una desgracia social de México y Centroamérica, de un mundo desigual. Nosotras que no habíamos hecho nada en la vida: “crecimos y estamos dispuestas a luchar”.

Además encontré dos docenas de videos, cientos de notas y reportajes sobre la labor de Las Patrona, “admiradas por su sensibilidad” quienes  anunciaron, hace dos décadas lo que hoy asusta y sorprende:  åbebés, niños y niñas, mujeres, ancianos que se arriesgan y buscan  reunirse con sus familias en Estados Unidos, que huyen de  la violencia vivida en sus países, que  buscan  un cambio en su vida y que lamentablemente son objeto de abusos y vejaciones.

Las primeras experiencias de conmiseración en 1995, son hoy la revelación de una tarea que hay que seguir haciendo ante la ausencia de gobiernos y la indiferencia de una gran mayoría de la sociedad.

Mujeres que luego de “servir” sin esperar, estuvieron llenas de miedo porque no sabían que ayudar a los migrantes podía ser un delito, no sabían nada del Instituto de Migración ni de los abusos. Norma Romero explica: “empezamos a investigar, a leer las leyes, a preguntar de dónde venían y por qué venían”, cuáles eran las consecuencias y cuánto era necesario no sólo “atenderlos”, sino defenderlos.

Las Patronas de la comunidad que lleva el nombre de Guadalupe la Patrona, en las faldas montañosas de Amatlán de los Reyes, en el centro veracruzano, herederas de aquellas  mujeres de Río Blanco que detonaron el proceso revolucionario de 1910, se han convertido en un núcleo ciudadano que ya sabe defender los derechos, los de ellas también, como se dice.

“No somos un ejemplo servicial, hicimos lo que teníamos que hacer, porque nos enseñaron a ayudar”, pero eso es hoy totalmente insuficiente.

Su tarea, nublada por el discurso y los sesudos análisis, las denuncias discursivas y los golpes de pecho que chorrean tinta, hoy se sitúa en otro espacio: documentar lo que ojos y cabezas oficiales no quisieron ver durante días y noches lluviosas, el hambre y la persecución, el abandono y la violencia.

Sí es como dicen las autoridades “una crisis de humanidad” que nadie detuvo. En 1995 estaban solas. Hoy hasta les dieron un premio en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, pero no se ha resuelto su problema de hambre y trabajo en sus países. Norma Romero agrega a su relato: “un día vi a un joven de Chiapas y me di cuenta que tampoco hay trabajo en México y muchos de nuestros hermanos sufren exactamente lo mismo. Por eso no me voy a detener”.

Los videos reflejan la sencillez, por no decir la escasez, en que sigue realizando esa labor humanitaria: una cocina donde todavía hay una estufa de carbón, peroles desgastados pero limpios de tanto producir toneladas de arroz, donde reciben el pan frío de una importante cadena de tiendas y las tortillas también frías de harina de maíz, las frutas abandonadas en las fincas, las botellas de plástico recicladas que sirven como contenedores de agua limpia y cuando se puede hasta con algún sabor.

A veces hay frijoles calientes y nopales en salsa. Estas mujeres producen montones de “lonches”. Norma explica “nos dimos cuenta que no bastaba la comida, había que organizar un refugio con catres y elementales instrumentos de primeros auxilios, porque muchos tienen accidentes, quedan mutilados y hay que atenderlos”.

Una familia, siete hermanas, la madre Leonila, los niños hoy adultos que han crecido en la solidaridad. Las Patronas veracruzanas, en el sentido literal de defensoras y protectoras y no en el sentido de quien manda, dirige o explota  a otros en un negocio, una comunidad o una fábrica. Patronas que ya comprendieron que se trata de un conflicto social, económico, político y de urgente atención por quienes forman el Estado.

Estas mujeres perdieron el miedo. Reciben a tesistas, “que nos estudian”, a creadores de imagen, periodistas y toda clase de aprendices de antropología, hoy dan talleres, reciben formación legal, practican la solidaridad ciudadana y no quieren...realmente contribuir a cambiar el mundo.